La mentira como arma política

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


Hannah Arendt, en su artículo “Verdad y Política”, publicado en 1964, aborda el fenómeno de la mentira como arma política. En su artículo, señala como la mentira puede llegar a sustituir a la verdad, y hacer que una verdad se entienda como mentira. Arendt, advierte además del riesgo que corren las sociedades en estas situaciones, pues “Lo que aquí se juega es la propia realidad común y objetiva y éste es un problema político de primer orden, sin duda”.
Una mentira política, es como puede definirse el modelo de gobierno del Cambio. Un modelo estructurado a partir de medias verdades que fueron organizadas para reescribir la reciente historia política de Santa Marta. Las deliberadas inexactitudes de su origen político, fueron el primer elemento de su estrategia, pues en medio de la decepción de los samarios por el incumplimiento de las expectativas por parte de gobiernos anteriores, hace una década, los del Cambio aprovecharon estas circunstancias para buscar el respaldo político de grupos y partidos tradicionales, quienes facilitarían su acceso al poder. Mientras tanto, ante la comunidad se presentaban como un movimiento independiente en el quehacer político local. Como es característico de gobiernos populistas, al final engañaron tanto a políticos tradicionales como al pueblo para su beneficio personal.

Una vez en el poder, con el fin de desmarcarse y no responder a los compromisos suscritos con sus primeros aliados, destaparon su segunda estrategia: propagar un discurso de odio para instaurar una profunda división social en la ciudad, lo que permitiría además de direccionar el resentimiento de las bases populares hacia sus antecesores -y con esto el rechazo electoral-; desviar las responsabilidades por el fracaso de sus propias gestiones. Es ahí cuando nace el discurso de “los de antes”.

Al pasar el tiempo y ante la imposibilidad de disimular los fracasos de su gestión, a la campaña de exacerbación sostenida del odio adicionaron la estrategia de victimización. De acuerdo con sus aspiraciones, han seleccionado a los “victimarios” de turno, a los cuales neutralizan mediante cruzadas de hostigamiento personal, político y hasta judicial. Entre sus “victimarios” han transitado “los de antes”, el gobierno central, medios de comunicación y todos aquellos que se han atrevido a cuestionar sus resultados. En sus discursos se presentan como gobiernos bloqueados por el establecimiento, sin embargo, el supuesto “bloqueo” no ha afectado el exitoso incremento patrimonial de algunos de sus funcionarios y allegados.

Después de 10 años en el poder, los gobiernos del Cambio, han sido incapaces de asumir responsabilidad alguna frente a la falta de soluciones a problemas vitales para los samarios como la crisis del agua y alcantarillado, infraestructura y calidad educativa, pobreza, movilidad urbana, informalidad socioeconómica, invasión del espacio público, entre otras.
Ante los pobres resultados de sus gobiernos, los del Cambio, optaron por construir una nueva narrativa que busca disimular sus incompetencias como ejecutores y administradores de lo público. En esta narrativa incorporaron el concepto de “continuidad de los Gobiernos del Cambio”, a fin de inducir en el imaginario colectivo la idea de que sus tres gobiernos han sido uno solo. Así, según el caso, pretenden evadir responsabilidades individuales por obras y/o gestiones fallidas o capitalizar colectivamente para el movimiento sus escasos resultados. El fracaso de sus gobiernos ha sido de tal magnitud, que pese a la “continuidad” de diez años, las soluciones no han llegado ni siquiera a nivel de prefactibilidad.

Dado que las estrategias empleadas han sido superadas por la realidad y el descontento ha surgido espontáneamente entre los samarios, como último recurso ante el inminente descalabro electoral en los pasados comicios, los del Cambio, intentaron sustituir la realidad mediante una agresiva propaganda para influenciar la percepción de los ciudadanos. La propaganda no pudo ser más ineficaz, pues recurrieron a señalamientos, que más que describir a sus opositores, terminaron por caricaturizarlos a ellos mismos. Subestimaron el entendimiento de las bases sociales y fueron castigados electoralmente por ser peor que “los de antes”.

Como lo advirtió Arendt, el caso de Santa Marta es ejemplar, pues la mentira sustituyó la verdad y esto llevó a que la ciudad perdiera el rumbo. Es momento de retomarlo por el bien de todos, antes de caer en un punto de no retorno.