Tampoco esta vez

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Mucho se ha dicho sobre la malhadada democracia: fundamentalmente que en realidad no es el gobierno del pueblo, sino apenas el gobierno de los políticos, y que, por tanto, sus fines están más pervertidos que los mismos políticos. 

Que el vaivén que se produce en una sociedad a causa de la contraposición de las fuerzas en pugna por el poder no genera necesariamente la estabilidad que se busca a través de la sana alternación de los detentadores de tal poder, sino que, más bien, lo que se da es un sistema de acomodaciones sucesivas que bien podría resumirse en aquella límpida pieza de la politología universal que un colombiano, el insigne senador Roy Barreras, tuvo el honor de pronunciar, para enaltecimiento de todos los que compartimos la nacionalidad con él: "La política es dinámica". 

Más o menos quiso decir Barreras que, como las cosas cambian, y el que manda hoy seguramente no lo hará mañana, más vale estar dispuesto a ser todo lo flexible posible, y así, estar con el que tenga el poder sucedáneamente, sea quien sea, pues eso de las ideas, ideales, ideologías es, sencillamente, para los pendejos.

De cualquier forma, lo cierto es que la democracia sigue siendo lo mejorcito que se ha dado el hombre a sí mismo para organizarse, para evitar el estado de guerra que toda anarquía termina por traer… La democracia es lo que hay, muy a pesar de que tipazos como Roy sean los que hagan las leyes como consecuencia de ella.

Pero bueno, no se la voy a montar a Barreras, que no es el único: al fin y cabo merece respeto, si la gente lo eligió es por algo, ¿no? Así como eligieron al flamante Gobernador de Magdalena el otro día, a pesar de que él mismo, aún candidato, anunciaba que iba a hacer todo lo posible por terminar los cuatro años del período que ya sabía -¡adivino que es!- iba a ganar, limpiamente, en las elecciones.

Sí, es cierto, amigo lector: la democracia puede ser a veces, en verdad, una porquería. Como tantas veces me ha ocurrido mientras escribo, que es cuando más lúcido me pongo, acabo de darme cuenta de que las bondades que tercamente le atribuía hace unos minutos al modelo democrático son unas puras mentiras que me digo a mí mismo para consolarme por la desgracia de tener que aguantarme (aunque de manera colectiva, lo que es un consuelo de tontos que más o menos funciona) a tanto incompetente ejerciendo cargos de elección popular. Incompetentes elegidos democráticamente, claro está, lo que ya le da un tinte de solemnidad a esto.

Es decir, el tipo puede ser un corrupto, o un idiota ignorante, o un corrupto, idiota e ignorante, pero, ojo, que si en nombre del pueblo que lo eligió, o que permitió que lo eligieran -que no es lo mismo-, le tercian una colorida banda, le tocan el himno nacional, le leen discursos vocingleros y adulones, mágicamente, como de la nada, empiezan a aparecerle al sujeto en cuestión virtudes que él no sabía que tenía, a falta de una mejor razón, porque él ni siquiera sabía que tales cosas existían.

Regresando al tema, ¿qué concluyo? ¿Es la democracia algo que funciona?, ¿sirve para algo, después de todo? Ya que se me ha pasado la bronca que me da cada vez que pienso en la desgracia que se le viene otra vez a este pobre pueblo magdalenense, al que, por obvias razones, hay que perdonarle el no rebelarse tampoco esta vez, puedo volver a mi idea inicial: la democracia es, maldita sea, lo único que medio hay.

Al fin y al cabo, puede suceder que todos los candidatos a un cargo sean tan malos que, por más deleznable que sea el que finalmente gana, se da uno cuenta de que, a la larga, no en mucho iba a cambiar nada si hubiera ganado su contendor más fuerte.

Entonces, cuando piensas eso, sientes alivio. Un alivio ficticio y bruto, una cura de burro, pero es el alivio que da la impotencia frente a lo que se es verdaderamente impotente: nadie puede cambiar anticipadamente, por sí mismo, lo que es asunto privativo de la historia. Aunque tampoco nadie lo puede diferir para siempre. Y nadie lo hará, por más que hoy ganen dizque elecciones. Si no, que lo diga la opinante y despierta Santa Marta.