Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Leo por aquí y por allá a un montón de fastidiados con la idea de que Rodolfo Hernández gane la Presidencia de la República. Ya empieza a ser gracioso. Pues el exalcalde de Bucaramanga, a partir de su sólido segundo lugar en las encuestas de opinión, ha logrado terminar de crispar los nervios de los algo derrotados uribistas (quizás porque, que se sepa, no han podido llenar aún el vacío que es, en sí mismo, Óscar Zuluaga, a través de la cooptación total del autoproclamado “viejito pero sabroso”); y también ha puesto nerviosos a los confiados petristas (tal vez porque estos tampoco han podido convencer al temperamental abuelo de que vaya a servir de relleno en la campaña de la izquierda). Lo que se sabe es que Hernández va solo hasta el final, algo tan infrecuente en este país de gregarios, en el que el saludable individualismo suele ser visto con suspicacia o perplejidad.
En Twitter especulan con que ha habido acercamientos reales entre Hernández y el expresidente antioqueño, pero, hasta que se constate, el bumangués seguirá representando al candidato outsider ante los ojos de sus hastiadas huestes. Supone uno que, si finalmente no alcanza a incautarse de lo que queda del caudal uribista, su apuesta sería entonces continuar negándose a disputar lo que no tiene sentido pelear, esto es, la voluntad de quienes conforman los extremos políticos, de izquierda o de derecha, a los que no va a hacer cambiar de parecer; y, en ese sentido, seguiría enfocado en el siempre inasible centro de coloridos matices: desde la centro-izquierda de líderes como Claudia López, hasta la centro-derecha que nada que ha podido reencontrarse sin Juan Manuel Santos.
Y, así, presionar el paso a la segunda vuelta, escena cuyo desenlace a nadie le es dado anticipar, pero en la que sería dable esperar milagros para el urbanizador capaz de dar manotazos a enemigos suyos. Si pasa al balotaje contra Petro, que es lo que empieza a vislumbrarse, puede ser que ni necesidad tenga de hacer demasiadas concesiones para las alianzas sobrevinientes. Es sabido que en la última elección no se vota en favor de alguien, sino en contra del que produzca más miedo.