Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Debido a que experimentamos de nuevo un ciclo electoral, se me ocurrió que podría escribir la última columna de 2021 acerca del reiterado e impune incumplimiento de la ley 1475 de 2011, relativa a la organización y funcionamiento de los partidos políticos; por cuanto últimamente ha sido evidente que, a pesar de las estipulaciones estatutarias que en este y en otro partido dan visos de desarrollarla, lo cierto es que el personalismo (o caudillismo, con todas las letras) de los partidos y movimientos políticos deja en nada la expectativa que creó en su momento la enunciación de los principios de participación, igualdad, pluralismo y transparencia, entre otros, cuando la promulgación de aquella normativa. Lo real es que algunas colectividades parecen tener señor y dueño, y que, merced a tal impresentable manera de organizarse, pretenden izar la bandera de la democracia.
También pensé que cabía hablar aquí de la ley de seguridad ciudadana que está pendiente de sanción presidencial, en lo relativo al aparte de la legítima defensa privilegiada, según el cual deberá presumirse que el que se defienda de un ingreso violento de otro, en su casa o vehículo (o cuando se trate de la invasión a uno de esos bienes, pero de terceros), usando de fuerza letal para ello, lo ha hecho en legítima defensa. Entonces, la carga de probar que esa hipotética persona no estaba defendiendo legítimamente un derecho propio o ajeno quedará en el Estado, y tal vez en el presunto irruptor, quien deberá demostrar judicialmente, por ejemplo, qué hacía en esa casa de habitación, o en ese vehículo ajeno, en el momento en que le fue aplicada la fuerza letal. Se ha dicho lo obvio, o sea, que con esta posibilidad se limita la protesta social, o incluso que con ella se incentiva el paramilitarismo; pero, hombre, ¡algo tenía que hacer por fin el Gobierno ante tanta inseguridad!
Ambos temas son muy interesantes. No obstante, la realidad es que, aunque nos podemos distraer del chantaje del virus por un rato, este sigue ahí, avanzando en silencio, indiferente a los ataques científicos, adaptándose. Entraremos ya casi al tercer año de esta calamidad, agotados y presas de una inflación global amenazante. Como dicen los más jóvenes: éramos felices y no lo sabíamos.