Congestión vehicular en Santa Marta es imparable

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


En las últimas semanas los samarios han expresado la insatisfacción y desesperación que les produce el aumento de la congestión vehicular en la ciudad, lo cual obedece no solo al mayor flujo de vehículos que habitualmente ingresa durante la temporada turística, sino especialmente, al pésimo estado en que se encuentra la malla vial urbana. El deterioro de la malla vial radica en la defectuosa planificación, y la desorganizada programación de su escaso mantenimiento.
La defectuosa planificación se refleja en la carencia de proyectos y/o construcción de nuevos corredores viales que permitan, además de aliviar la congestión vehicular, apoyar el desarrollo social y productividad de los sectores económicos de la ciudad. Esta condición ha llevado a que Santa Marta sufra un importante rezago urbano, que contrasta con los avances de planificación y mejoramiento de la malla vial en ciudades vecinas como: Barranquilla, con una inversión de $288 mil millones, proyecta ejecutar –entre 2021-2023-, 116 kilómetros lineales en 683 vías (con sus respectivos andenes, bordillos, instalación de redes de acueducto y alcantarillado, arborización y luminarias tipo led) y Valledupar, ejecutó por valor de $20 mil millones –entre 2020 y 2021-, 4,05 kilómetros de malla vial, 31.771 metros cuadrados de espacio público y 570 metros lineales de cicloruta.

Otra muestra de la carente planificación, es la torpeza de que las autoridades locales no hayan aprovechado a cabalidad las soluciones que el Plan Vial del Norte ofrecía en su alcance progresivo a la ciudad: construcción de vías secundarias paralelas a la Doble Calzada y de transversales entre la Doble Calzada y la Vía al Puerto. Estas obras habrían contribuido en la agilización de la movilidad, la eficiente interconexión y el desarrollo urbano. Pudo más el celo político interinstitucional que la búsqueda de beneficios colectivos para el territorio.

A la falta de nuevas vías, se suman intervenciones que a pesar de no considerarse negativas, dejan poca claridad acerca del porqué de su priorización. Ejemplo de esto, la ampliación de los andenes a expensas de la reducción del ancho de los carriles de avenidas principales como la del Río, Ferrocarril y la Campo Serrano, las cuales manejan mayores volúmenes de tráfico que otras vías de la ciudad. Hasta ahora se desconocen los estudios que sustenten dichas intervenciones y los impactos que se esperan de estas frente a la movilidad urbana. Es oportuno advertir, que la ampliación de los andenes requiere un apropiado respaldo de control urbano a fin de que no suceda lo que evidencia hoy el recién inaugurado “Teatro Santa Marta”: la incapacidad de proteger el espacio público. La respuesta ante este caso, ha sido el grotesco cercamiento del inmueble con vallas como “protección” ante la amenaza de invasión del espacio público.

El descontrol urbano, ha estimulado no solo el desorden del espacio público, sino la degradación de zonas estratégicas para la ciudad como los cerros urbanos, los cuales además del daño ambiental, le significan a la ciudad un mayor conflicto en términos de movilidad, disponibilidad de servicios públicos y seguridad, cuya solución resulta inviable financieramente.
En cuanto al mantenimiento de vías, las fallas en programación y pobre ejecución, saltan a la vista: intervenciones programadas sin considerar los picos altos de la movilidad, con retrasos, y en algunos casos, con deficiencia en la calidad de las obras. Todo esto, durante una temporada turística en la que este sector espera recuperarse de los efectos económicos de la pandemia.

Logros como los de Barranquilla y Valledupar, sirven de referencia para que los samarios se convenzan de los inútiles que resultan los discursos de odio en la competencia por atraer la inversión y el desarrollo para los territorios. Mientras los últimos gobiernos de esta ciudad se dedicaron a la confrontación política en todos los niveles, los gobernantes de ciudades vecinas afianzaron relaciones para alcanzar mayor eficiencia en su gestión y beneficios para el pueblo.

Santa Marta, más que “cambios” improvisados, requiere un desarrollo planificado que posibilite acciones y soluciones serias. Para esto, es necesario que confluyan la voluntad política, gestión financiera, concertación social y soporte técnico. La ciudad no puede continuar construyéndose como una colcha de retazos producto de los caprichos de gobernantes narcisistas que suplantan la voluntad del pueblo.


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