La mala hora

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


“Lo que pasa es que en este país no hay una sola fortuna que no tenga a la espalda un burro muerto”, con esta frase, Don Sabas, personaje de la novela “La Mala Hora” del nobel García Márquez, pretende justificar sus conductas fraudulentas, considerándolas parte de la idiosincrasia de su pueblo. Don Sabas, reconoce coloquialmente, que pertenece a una sociedad fallida en la que las instituciones públicas han sido permeadas por la corrupción.

Esta analogía, viene al caso a partir de la crisis que evidencian las entidades públicas más importantes de la ciudad, las cuales, a pesar de sus incapacidades, incumplimientos y denuncias por corrupción, sus representantes se resisten a ceder el control. Parafraseando a Don Sabas, “en esta ciudad, no hay fortuna de clanes políticos que no tenga a su espalda la crisis de una entidad pública”.

La Essmar, es una de las entidades que mayor dificultad reporta en su administración y operación, de ahí, la decisión de la Superintendencia de Servicios Públicos de intervenirla. Esta decisión, se fundamenta en el artículo 370 de la Constitución Política: “Corresponde al Presidente de la República señalar, con sujeción a la ley, las políticas generales de administración y control de eficiencia de los servicios públicos domiciliarios y ejercer por medio de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, el control, la inspección y vigilancia de las entidades que los presten”.

Creada como la promesa de solución a uno de los principales problemas de la ciudad: la crisis del agua, la Essmar, terminó transformándose en un “agujero negro” que ha aspirado miles de millones de pesos de los bolsillos de los samarios por la vía de las improvisaciones y cuestionables contrataciones de sus administraciones. Una entidad que, a menos de un año de haber entrado en operación, presentó un déficit de $ 20 mil millones, y que al día de hoy –dos años después-, este se aproxima a $60 mil millones.

Según la Superintendencia de Servicios Públicos, tan grave como la situación financiera de la Essmar, es su incumplimiento en la continuidad del servicio de acueducto, que el agua no sea apta para el consumo humano, ni que las inversiones proyectadas den solución a largo plazo a sus deficiencias. No obstante estas razones, Carmen Patricia Caicedo -ex gerente de la Essmar-, considera que “No hay argumentos técnicos ni jurídicos para intervenir”.

Como se esperaba, la toma de posesión de la Essmar por parte de la Superintendencia, generaría reacciones de sus viudos de poder. Con lo que no se contaba, era con las bochornosas actuaciones de altos funcionarios que agredieron y amenazaron a las autoridades policivas que buscaban restablecer el orden frente a una turba enardecida, que al son de arengas contra el Gobierno Nacional, se tomaba por la fuerza las instalaciones de la empresa. En lugar de recurrir a la legalidad y las instancias que esta dispone para solventar actuaciones en derecho, los representantes de la institucionalidad local, recurrieron a las vías de hecho para imponer su voluntad.

El proceder indecoroso de estos servidores públicos, puso de manifiesto el desespero de algunos actores políticos por mantener el poder sobre la Essmar, a costa de sus cuestionables manejos, detrimento técnico, deslegitimación y desgaste institucional.

La Essmar, es un reflejo de la mala hora que atraviesa la institucionalidad local en general, lo que explica el grado de postración que expresan los principales indicadores socioeconómicos de la ciudad: pobreza (tercera ciudad con mayor pobreza monetaria y pobreza extrema de 23 capitales), informalidad (62.9%, superior al promedio nacional del 48.1%), desempleo (16.5%), inflación (6.26%, la segunda más alta del país), cifras a corte del oct.2021-Dane.

Las entidades públicas de Santa Marta, dejaron de servirle a la comunidad para convertirse en trincheras que encubren los intereses particulares de quienes se han dedicado explotar políticamente las necesidades insatisfechas de los samarios. Esta ruptura del contrato social, deja como resultado el reforzamiento de la insatisfacción y una crisis de confianza entre ciudadanos e instituciones.

Lamentable que ante semejante crisis, la respuesta de líderes políticos y gremiales, es su ensordecedor silencio, que aunado a la deficiente objetividad de gran parte de la prensa local, ejemplifican la metáfora de la gran incompetencia e indiferencia: “tocar el violín mientras Roma arde”.


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