¿Quién quiere ser millonario?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


¿Quién quiere ser millonario? La respuesta casi obvia a esta pregunta de programa de concurso, parece haberse convertido en el gran incentivo de algunos personajes al momento de decidir aspirar a cargos de elección popular, pues consideran este, un camino expedito para obtener y amasar inexplicables fortunas.

Querer ser millonario no es censurable. Lo que se cuestiona es que este propósito pretenda obtenerse a través del quehacer político, una actividad fundamental para las sociedades democráticas, que ha sido desnaturalizada por la búsqueda de satisfacción de intereses particulares en detrimento del bienestar colectivo.

En el nivel local, los nuevos millonarios son un obsceno ejemplo de la creciente inmoralidad en la gestión pública. Esta clase social emergente, que se caracteriza por sus discursos de odio contra las élites políticas y económicas que les antecedieron, es la misma que al llegar al poder, busca copiar el estilo de vida de estos. Aplican esta doble moral mientras enarbolan el trasnochado discurso de lucha de clases, sin haber producido ni generado antes, más que odio y pérdida de oportunidades para el territorio.

Resulta lamentable, que las altas posiciones decisorias de la ciudad estén en manos de grupúsculos cuyos criterios están viciados por la codicia y la ignorancia. Esto último, agravado por el desacierto de asesorarse de personal sin el nivel técnico necesario, y que en muchos casos, resultan ser foráneos que desconocen los problemas y realidades locales, lo cual ha agudizado la precaria gestión pública.

Después de más de diez años en el poder, a estos nuevos millonarios no les ha interesado buscar soluciones definitivas para la ciudad, pues sus problemas poco les afectan directamente. Así, las calles deterioradas e inundadas de aguas servidas les son indiferentes, mientras puedan movilizarse en sus imponentes vehículos de alta gama; o que la ciudad sufra una eterna crisis del agua, en tanto que a sus exclusivas propiedades las provean los carro-tanques de socios políticos; menos les importa la imparable inseguridad, pues, cuentan con la protección de ejércitos de escoltas que se pagan con los impuestos del pueblo al que de una u otra forma siempre logran engañar.

Lo que si les ha importado es el casi institucionalizado, “cómo voy ahí”; ese modelo “participativo” de gobernar, que ha llevado a Santa Marta a convertirse en una ciudad fallida en la que la prosperidad, es un privilegio para el poder político.

Mientras ciudades como Medellín, Barranquilla y Bucaramanga, son reconocidas por sus capacidades de innovación aplicadas a la oferta institucional de servicios, Santa Marta, es un ejemplo claro de cómo no debe manejarse una ciudad. Prueba de esto, las mediocres e improvisadas soluciones que han planteado a sus principales problemas: carro-tanques en lugar de nuevas fuentes hídricas, vehículos para succionar aguas servidas a falta de un eficiente alcantarillado, un sistema estratégico de transporte urbano con vías y vehículos en malas condiciones, persecución a la informalidad sin generar fuentes de empleo formales. De seguir esta tendencia, el futuro de Santa Marta será volver al pasado.

Otra característica de esta clase dirigente, es su imparable cinismo. Para obtener el respaldo popular, han creado un mundo paralelo en el que se presentan como víctimas y perseguidos, mientras utilizan el poder y dinero acumulado para disminuir a sus opositores e incidir a su favor en las decisiones del sistema judicial y entes de control. Posan ante medios y redes sociales, como la gran renovación política que promete los cambios que necesita la ciudad, en tanto que, evaden sus responsabilidades frente al deterioro que le han generado por la incompetencia de sus gobiernos.

Se aproxima un nuevo debate electoral que definirá la representación popular en las corporaciones legislativas de circunscripción regional y nacional, la cual tendrá la responsabilidad de tramitar las reformas estructurales que necesita el país, además de la fundamental tarea de gestión de inversión pública en los niveles territoriales. Es momento de generar conciencia acerca del tipo de representación política que necesita la ciudad, proceso en que los medios, sectores sociales y económicos, deben decididamente contribuir para estimular las transformaciones que se precisan.

Ante todo, es momento de que el electorado analice si quienes buscan una representación es porque ¿quieren sacar adelante a esta ciudad? o ¿quieren ser millonarios?