Insultos y descalificaciones

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



El ejercicio de la política en Colombia en estos momentos está llegando a unos extremos no solo inaceptables, sino que se convierten en un mayor incentivo para despreciarla por parte de los votantes.
Por alguna razón, la forma de posicionarse en la campaña presidencial es acabar con los posibles rivales. Y como estos creen que esa es la forma de actuar, responden también con insultos. Para un observador desprevenido no queda nadie, literalmente nadie, que merezca llegar a regir los destinos del país. Y mientras tanto Petro es el único que tiene unos seguidores fieles que además ante las ofensas que recibe su jefe más fortalecen su adhesión porque para ellos él crece como víctima del establecimiento.

Es realmente preocupante el escenario de esta campaña presidencial. Cada día surgen más candidatos como es el caso del sobrino de Álvaro Gomez Hurtado, Enrique Gómez Martinez, que hasta donde se sabe no ha tenido ninguna carrera pública. Su mérito ser sobrino de un hombre vilmente asesinado que además fue un gran jefe del partido Conservador con ideas que se siguen repitiendo aun por parte de quienes tienen ideologías distintas. Su estrategia de campaña, “despotricar” de los demás candidatos sin sonrojarse porque actúa como si esa fuera la forma aceptada de iniciar una campaña a la presidencia.

Si hacemos una radiografía de los elementos que se destacan en esta contienda se llega a la conclusión de que tenemos actualmente todo menos un juego democrático para remplazar este gobierno que deja un país maltrecho. Lo más evidente es la prepotencia de la mayoría de quienes participan en estos debates. Posiblemente el hecho de tener un presidente con niveles tan bajos de aceptación ha generado un sobredimensionamiento de las capacidades de muchos de los aspirantes que se traduce en unos egos desproporcionados. Ni siquiera miran las encuestas que demuestran que a la mayoría no los conocen fuera de su círculo inmediato; no reconocen que no han sido capaces de recoger el número de firmas que anunciaron y que han roto un principio básico de la política, unir más que desunir. Al paso que van se convertirán en un número infinito de islas que no tienen la más mínima posibilidad de tener los votos para que se les reconozca no únicamente en las grandes ciudades y solo en el pequeño círculo de sus amigos, pero no en ese país que vota y elige.

Es evidente que enfrentamos un espectáculo deplorable cuyo resultado es una apatía entre los votantes que vuelve a poner el tema de la utilidad del voto en blanco. O peor aún, la abstención que acaba con la democracia. Pero más grave aún, aumenta el nivel de violencia que se vive en los medios y en cualquier reunión donde se plantee este tema que debía ser el de moda: quien debería ser el presidente de la República.

Es hora de buscarle la salida a esta forma de competir por la presidencia de la República y esto se logra si se incentiva y se escuchan propuestas para debatirlas. También depende de todos que debemos demostrar el agotamiento que vive la sociedad colombiana que ya superó el límite de tolerancia de insultos y descalificaciones

Queda una duda: ¿si en vez de 50 hombres tuviéramos 50 mujeres compitiendo por la presidencia de la República estaríamos también en este mar de insultos y de egos? Probablemente no. Porque algo que debe quedar en claro es que la llegada masiva de mujeres a la política solo será posible si el país reconoce que estamos dispuestas a hacerlo distinto. La contradicción es que las 2 mujeres visibles, sin opción, se destacan precisamente, por lo contrario, egos y agresividad.