Vemos nuestro mundo caerse en pedazos y ante nuestra mirada atónita y con pesares en nuestro interior, solo miramos y seguimos nuestro andar, haciendo caso omiso al desastre que abunda a nuestro alrededor, apelando a la resiliencia que nos caracteriza como raza que supera las adversidades, aunque estas vayan dejando maltrecho nuestro ser.
Analizando bien me atrevo a decir que somos animales domesticados que parecemos razonables pero solo actuamos por instintos recurrentes y sujetos a un comportamiento dependiente a nuestro origen; observamos con entendimiento, analizamos, nos preocupamos y sufrimos las cosas que acontecen que lastiman y que golpean con fuerzas, pero luego continuamos olvidando y adaptándonos al rebaño que camina para el mismo lugar, a veces olvidando y otras veces cansados de tanto recordar, agobiados intentamos salirnos del camino, pero es imposible somos parte del sistema, estamos sujeto al bien y al mal, a destruir y que nos destruyan, las reglas jamás las sabrás solo caminas y buscas lo que jamás encontraras; una respuesta que te ayude a entender lo que quizás sabes pero solo logras vislumbrar.
Nada que hacer hagas lo que hagas ya traes un instructivo sistematizado lo entiendas o no, si te resistes o quieres cambiar algo terminaras desesperanzado o como despojo humano sin identidad y perdido en el limbo, en este planeta experimental donde se es un conejillo de indias que sobrevive por dos cosas; conservar la existencia material y en pos de lo material, nos manipulan de muchas formas dejándonos sin espacio para analizar el verdadero sentido de nuestra existencia; somos seres espirituales con capacidad de conexión universal que nos lleva a la plenitud personal.
La resiliencia nos indica claramente que nuestro cuerpo material perece, pero nuestro espíritu es fuerte y capaz de sobrevivir en este planeta y en este cuerpo que nos esclaviza robando nuestra identidad existencial.
Humanidad perversa y lastimada, con lo uno se nace y con lo otro se hace.