La imagen de la alcaldesa sube como palmera, mientras la ciudad baja como coco

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

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Twitter: @veruzkaaaron


Cifras & Conceptos, dio a conocer esta semana los resultados de la encuesta que realizó sobre la imagen de gobernantes locales en Colombia, entre los días 3 y 13 de septiembre del año en curso. De acuerdo con los resultados, la alcaldesa de Santa Marta, Virna Johnson, obtuvo el porcentaje de favorabilidad más alto entre los alcaldes del país. Esto, que debería ser motivo de orgullo para los samarios, no es más que una ironía, pues mientras la imagen de la alcaldesa sube como palmera, los indicadores de la ciudad bajan como coco.

Bien lo dijo hace unos años Álvaro Gómez Hurtado, “las encuestas son como las morcillas inventadas en Boyacá y, producidas con la sangre de los cerdos: Son muy ricas, pero es mejor no saber cómo las hacen”. Así es que, entrar a cuestionar los resultados de una encuesta de favorabilidad, no tiene mucho sentido, cuando sabemos que en su mayoría estas no reflejan la realidad de los desempeños de los gobernantes, y para lo poco que sirven, es para alimentar los complejos narcisistas de algunos de estos.
Ahora bien, si a la alcaldesa le interesan tanto los porcentajes, dadas sus responsabilidades como administradora de lo público, debería ocuparse de los que registra la ciudad como resultado de la gestión de su gobierno frente al desarrollo socioeconómico y la competitividad del territorio.

No obstante, mientras la alcaldesa se regodea en compañía de sus áulicos para celebrar sus conquistas en las encuestas nacionales, el retroceso de Santa Marta, es imparable. Así lo evidencia el deterioro de indicadores como el de pobreza, en donde la ciudad se ubica como la tercera más pobre de Colombia, después de Riohacha y Quibdó; en informalidad, registra el cuarto mayor porcentaje, y para completar; durante el último mes se coronó como la ciudad con inflación más elevada en el país -los servicios públicos fueron el rubro que más contribuyó en el alza-. Esto último, no debe pasar inadvertido, pues a partir del manejo inmoral que las últimas administraciones le han dado a la crisis del agua, se ha agudizado la condición de pobreza de muchos sectores que ahora deben pagar más por un peor servicio, y en algunos casos, ni siquiera pueden disponer del mismo.

A los paupérrimos resultados de indicadores, se suman los descalabros que ha sufrido la ciudad por cuenta de las cuestionables e inconclusas obras de los gobiernos “del cambio”, en los que la alcaldesa, ha participado durante los últimos diez años con un rol estelar. Los sobrecostos y retrasos de obras como la megabiblioteca, puestos de salud, institutos educativos, CDI’s y estadio Sierra Nevada, han hecho sonrojar a los elefantes blancos más emblemáticos del país.

La inmejorable imagen de la alcaldesa, tampoco se ve perturbada por los incipientes resultados en los proyectos que se supone abanderaría su administración. Bien podría la alcaldesa informar a los samarios, el estado de avance de proyectos estratégicos propuestos en su Plan de Desarrollo, tales como: la solución definitiva de la crisis del agua, construcción de colectores de aguas lluvias, construcción de vías, construcción de VIS, construcción de parque lineal río Manzanares, soterramiento de cableado de las redes eléctricas en el Centro Histórico, entre otros.

Santa Marta, es el claro ejemplo de que no siempre se cumple la máxima: “si le va bien al gobernante, le va bien a la ciudad”. Sin embargo, el problema no son las encuestas, el problema es que algunos gobernantes no saben interpretar el mandato de un pueblo que los escogió para que trabajaran por mejorar las condiciones de vida y oferta de oportunidades en el territorio. De qué le sirve al samario de a pie, que su alcaldesa pose como la mandataria con mejor imagen del país, mientras este deambula las calles por el rebusque para mantener a su familia, trasnocha a la espera de que llegue agua su sector, ruega para que ningún miembro de su familia enferme porque no cuentan con un puesto de salud en caso de emergencia, o sufre porque sus hijos regresan a instituciones educativas que se encuentran en lamentables e inseguras condiciones por no haber sido adecuadas.


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