Fasces

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



En pleno Frente Nacional de 1963 el Gobierno inauguró un monumento en la capital dedicado a la memoria de los soldados que pelearon en las guerras de independencia de los países bolivarianos, como para que el mandatario conservador de la época –o mejor, el régimen apaciguador de la época- pudiera recordar, a los a veces olvidadizos vecinos, que fue nuestro país el epicentro de la libertad. Justamente allí, en la cara norte del monolito, llamado Monumento a Los Héroes, está comandando la escena, en su estatua ecuestre, el Libertador Simón Bolívar; serena mirada al frente, la bestia dominada, no rampante, como la de la Plaza de Bolívar de Santa Marta, donde alguien puso (¿a propósito?) al caraqueño de frente al conquistador andaluz de la ciudad, a unos cien metros.

A diferencia de esta obra, donada por el pueblo y el Gobierno venezolanos a la última morada del Libertador, creo que en 1953, y que se mantiene más o menos limpia, en el bloque marmóreo de Bogotá los manifestantes de los meses pasados escribieron de manera inequívoca, para que lo vea todo el que va de norte a sur por el oriente, la palabra “opresor” debajo de las inscripciones oficiales, hechas con letras doradas: “Bolívar”, y, en seguida, “Libertador”. El otro día, que concebí a Simón Bolívar en plan de opresor (después de haberse jugado la vida por dos décadas contra un enemigo superior en la guerra, y entre sus propios supuestos correligionarios), quise darle vuelo a la imaginación y conceder un par de razones a la masa anónima autora del gigantesco grafiti que digo.

En primer lugar, es verdad que al Libertador Simón Bolívar, por haber creído en la dictadura y el gobierno central, se le considera por no pocos el fundador verdadero del Partido Conservador de Colombia. (Tanta polarización hubo sobre esto en otros tiempos que, en una universidad autoproclamada liberal, como el Externado, cuando no cualquiera enseñaba allí, solo se encontraban pinturas de Francisco de Paula Santander, supuesto precursor natural del Partido Liberal). Y, en segundo término, no es menos cierto que Bolívar, aristócrata criollo, no pasó a representar, una vez obtenida la independencia en estos países, ninguna opción de “reivindicación proletaria”: Bolívar era Bolívar, y estaba por encima de ideologías inmediatistas. Supongo que esas son las dos razones fundamentales por las que los radicales del aerosol degradaron al Libertador a simple tirano.

La Alcaldía de Bogotá anunció hace poco que trasladará el Monumento a Los Héroes al centro, al Parque de La Independencia. Sin limpiar las palabras en él escritas. Me volví a acordar del Bolívar opresor hoy, cuando leí que este noviembre se cumplirán cien años del nacimiento del Partido Nacional Fascista, de Benito Mussolini, quien, en el ejercicio del poder inundó a Italia de fasces, una insignia del ímpetu consular en la Antigua Roma, para así inspirar la forja de un “nuevo italiano”, aunque basado en el pasado. Cien años antes de ello, a doscientos de hoy, véase octubre de 1821, en la Gran Colombia de Bolívar ya se usaban los fasces en el escudo patrio, como símbolo de la fuerza “[…] con que los ciudadanos de Colombia están resueltos a sostener su independencia […]”.


Más Noticias de esta sección