Ante las actuales dificultades económicas en las que se encuentra el país, vale la pena realizar un análisis de cómo podemos mejorar el funcionamiento del mercado, teniendo en cuenta que en Colombia contamos con un sistema en el cual el control y la influencia del mismo, están determinados por la interacción de las fuerzas de la oferta y la demanda. En este sistema económico las decisiones fundamentales de qué, cómo y para quien producir se resuelven a través del mecanismo de mercado.
El sistema promueve la innovación y la eficiencia, debido a que el mercado es competitivo y la utilización de los recursos debe ser el mejor por la escasez de los mismos. Dentro de este plan el estado interviene como ente regulador con el fin de mantener el orden, la libre competencia y un equilibrio en la economía del país.
Ahora bien, el sistema no es perfecto y se encuentra en crisis ante la realidad innegable del serio aumento de la pobreza en nuestro país, debido a la pandemia, pero esto no quiere decir que debamos cambiarlo.
Como lo expresó el arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico de la Santa Sede ante la ONU hace ya 11 años, “la fraternidad es el medio que puede ayudar a la superación de las grandes crisis económicas”. Este postulado se apoya en la encíclica “Caritas in veritate” del Papa emérito Benedicto XVI, la cual expone la necesidad de volver a fundamentar la economía sobre bases sólidas y garantizar una equitativa redistribución de la riqueza.
El concepto plantea la aplicación de una teoría que como resultado pueda brindar un crecimiento económico sostenible en el tiempo con atractivos indicadores de empleo productivo y constante mejora en la calidad del mismo, aplicable a un sistema de economía donde la empresa privada siga siendo la gran generadora de empleo y riqueza.
En igual forma, el concepto coincide con el octavo Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, para que los paises y sus sociedades desarrollen nuevos caminos que conduzcan a mejorar la calidad de vida de todos sin excluir a nadie. Este objetivo declara “Un crecimiento económico inclusivo y sostenible puede impulsar el progreso, crear empleos decentes para todos y mejorar los estándares de vida”.
Por lo pronto se ve una notoria, dinámica y comprometida política en favor de la recuperación económica. A través del plan de reactivación se está promoviendo la creatividad productiva y se ha logrado preservar 2 millones de empleos en el país; así mismo con la sanción de la nueva Ley que reducirá gradualmente la jornada laboral hasta llegar a 42 horas, seguramente se logrará una mayor productividad y mejor calidad de vida para los trabajadores.
Sin lugar a dudas la Responsibilidad Social Empresarial (RSE) se ha venido incorporando de forma creciente en las empresas del país ligando su crecimiento y productividad al mejoramiento de la calidad de vida del personal y de las comunidades donde éstas funcionan. Pero todavía falta.
Como lo afirma Michael Porter, una de las principales autoridades en materia de desarrollo económico en el mundo, “no podemos seguir creciendo si tenemos a una comunidad derrumbándose a nuestro alrededor”. Para fortalecer nuestra economía de mercado y lograr la sostenibilidad es necesario mejorar el entorno empresarial y la estructura social que lo sustenta.