Luis Aparicio: leyenda del beisbol mundial

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Cuando se recuerda la infancia inevitablemente acuden a la memoria episodios que de alguna manera permanecieron refugiados en la mente en espera de un detonante que los catapultara al presente.
En esa sucesión de hechos desfilan también personajes que nos marcaron o por lo menos dejaron en nosotros una huella que el tiempo y otros aconteceres opacaron pero nunca pudieron sepultar. La memoria, sin lugar a dudas, nos ayuda a escarbar en ese cofre repleto de recuerdos que, aunque tengamos relegados nunca podemos abandonar.

Con el paso de los años, cuando podemos darnos el lujo de sacar espacio para reconciliarnos con la infancia vivida a plenitud, llegamos a pensar que “todo tiempo pasado fue mejor”. Pero no hay tal: cada época nos brindó lo suyo, mejor o peor, según el sesgo que apliquemos a nuestro balance personal. Digamos, para ser objetivos, que esos períodos de vida solo son diferentes y que no es pertinente establecer comparaciones entre ellos.

A veces pensamos que nos sobra tiempo, como ocurre en medio de esta pandemia, y volvemos mentalmente a la infancia. Tomamos lápiz y papel para reconstruir por escrito escenas que ahora nos parecen ingenuas –y lo eran en verdad– pero de inmediato aplazamos ese intento porque consideramos que carecen de importancia. Sin embargo, son retazos que hacen parte de lo que somos en el presente. Por eso algún día relataré, por ejemplo, qué experimentábamos cuando aparecía, para poner fin a nuestras angustias de dos o tres días, el señor “saca muelas”. Otras imágenes escondidas son las del “afila tijeras y cuchillos”, con su silbato característico de sonido internacional, según nos han dicho.

De esa época de infancia es el recuerdo de las transmisiones en directo, vía radial por onda corta, de los estrenos musicales de la Sonora Matancera desde las emisoras CMQ o Radio Progreso, en La Habana, Cuba. También se escuchaba boxeo, cuando Joe Louis disputaba sus últimos combates como campeón mundial de peso pesado. La Serie mundial de béisbol ocupaba gran parte de nuestro tiempo infantil. Precisamente, para resaltar a un deportista de esa época, nos referiremos al venezolano Luis Aparicio, gloria viviente del béisbol de Grandes Ligas.

Luis Aparicio Montiel nació el 29 de abril de1934 en Maracaibo. Ha sido el más grande beisbolista profesional de Venezuela y el único de ese país que aparece inscrito en el Salón de la Fama del béisbol de Grandes Ligas. Se desempeñó en una posición clave en el “deporte de la pelota caliente”: fue “paracortos” o “short stop”. Debutó como profesional en abril de1956 con el equipo Medias Blancas (White Sox) de Chicago.

En esa primera incursión en el béisbol mundial recibió el premio “Novato del año” de la Liga Americana. Participó en diez “Juegos de las Estrellas” y obtuvo nueve “Guantes de oro”. Con los Medias Blancas Luis Aparicio jugó muchas temporadas; en ese equipo permaneció hasta 1962 cuando pasó a los Orioles de Baltimore. Más tarde, en 1968, volvió a los Medias Blancas, donde estuvo hasta 1970. Las siguientes tres temporadas vistió el uniforme de los Medias Rojas, de Boston.

Porque los homenajes deben hacerse en vida del personaje exaltado, Luis Aparicio fue invitado para que lanzara la primera bola en el partido de iniciación de la Serie mundial del año 2005 entre los equipos Medias Blancas y los Astros de Houston. El equipo de Chicago, bajo la dirección del venezolano Oswaldo (Ozzie) Guillén, se coronó campeón. Cabe destacar que los Medias Blancas no participaban en una serie mundial desde 1959, cuando Luis Aparicio era su jugador estrella. Gracias, Luis Aparicio, por permanecer tanto tiempo en nuestro cofre de buenos recuerdos. Felicitaciones en sus 87 años de vida.