Esclavitud en el Alta Guajira e inicio del contrabando

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


A finales del siglo XIX y a inicio del siglo XX un ciudadano venezolano de nombre Juan Paris, apoyado por los dictadores Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, inició en el alta Guajira la gran inmolación de grata de indígenas guayús.

Prepotente e invencible dotado con cien fusiles wínchester donado por el dictador Juan Vicente Gómez al indígena de nombre Chioko, bastante conocedor de la región, quien sirvió de guía a este ciudadano para implementar en la zona septentrional del continente el eccema de la esclavitud. Este ciudadano aparentaba ante la sociedad ser venerable ángel, y no era sino un enorme codicioso dotado de cierta astucia primitiva y animalesca.

Animado por el éxito consumido y el apoyo de los dictadores, por más de tres décadas sembró en la guajira el terror de traficar almas, cada semana se acercaba con barcos de vela y se llevaba desde Castilletes por lo menos tonelada y media de carne humana.

Habiendo perdido la clemencia y el escrúpulo, de manera inmisericorde e inhumana, discriminatoria e humillante, convertido en un sistema de poder opresivo despiadado e implacable que aplastaba la conciencia de los guayús, paralizaba con terror masas inermes en toda la etnia. Este joven venezolano dotado de injusticia, blindado de iniquidad, de exagerada neurastenia, de manera abominable se atrevió a escoger como escenario de su trabajo a la tierra del sol canicular, ocupadas por seres que no conocían las letras y poco de razonar. En esa tierra casi aislada del continente según éste ciudadano se podía sepultar todo secreto y llegar a cometer las más grandes atrocidades y vivir impune e indemne ante la ley colombiana.

A esa tierra la cual le parecía estancada en una catástrofe forestal por su carencia de árboles, aquella región que aún desconocía el amparo estatal y cuyos gobernantes miraban con profunda miopía, implantó una vida llena de tormentos, de torturas y la más insigne violación de la dignidad humana, a la tierra desamparada y poseedora de innumerables esclavos se acercaba a desestabilizar la sociedad guayú e hizo de la tierra de los grandes ventarrones, escenas de miserias, e implantó penalidades y a fuertes latigazos logró robarle la alegría a aborígenes segregados, reprimidos y hasta explotarlo de la manera peor posible.

Cuando la década de los años treinta mostraba su primer bienio, el país se enteró de este flagelo, pero debido al conflicto con Perú no pudo tomar decisiones sobre el holocausto que vivía su zona septentrional. Tres años después (1935) en el gobierno de López Pumarejo dictó el decreto 2298 que daba a La Guajira grandes parcialidades, como exonerarlo de impuestos para que el guayú comenzara a conocer su nación, a conocer su moneda nacional y emprender así el inicio del contrabando en La Guajira, pero este decreto se ejecutó sólo por tres años, debido al inicio de la Segunda Guerra mundial.