Cuando el cambio no conduce a la evolución

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


La rendición de cuentas de la Essmar E.S.P. del año 2020, pasó de ser un acto de reporte administrativo, a convertirse en la exposición de un anunciado fracaso en la gestión del principal objetivo de dicha empresa: Garantizar la prestación de servicios públicos (Resolución 015 de 2018).
La Essmar E.S.P., inició operación el 18/abril/2019. No terminaba dicho año, cuando se informó de su déficit de $21 mil millones. Así lo dio a conocer José Dajud, en el informe de rendición de cuentas de la misma vigencia. El déficit, según Dajud, se debió, por un lado, a la disminución del 20% de la tarifa del servicio, ordenada por la anterior administración de la empresa, a escasas 11 horas de que ésta entrara en operación. Al parecer, la reducción se basó más en criterios populistas que técnicos. Por otro lado, estuvieron los altos costos de funcionamiento que tuvo la empresa desde su inicio, que incluían contratos por más de $100 mil millones en publicidad, contratistas y proveedores.

Era de esperarse que, con una estructuración financiera tan lesiva, la situación de la empresa empeoraría. Esto se confirmó en la última de rendición de cuenta, donde se reportó el déficit, esta vez, de $42 mil millones. Es decir, se duplicó. Según Dajud, el aumento del déficit se debe esencialmente a dos factores: una cartera que asciende a $15.841 millones, y la caída en el consumo mensual ($1.700 millones), producto del Covid-19. La solución que hasta ahora se conoce para esta crisis financiera, es un préstamo de $15 mil millones, solicitado el año anterior, más fondos aprobados por Findeter de alrededor de $1.500 millones. Lo que no se conoce al respecto, es de dónde saldrán los recursos para el pago de estas nuevas acreencias. ¿Será que los samarios deberán asumir una vez más, los costos de la incapacidad administrativa y de la efervescencia populista de los gobiernos de turno, sin ninguna consecuencia para los responsables?

La crisis de la Essmar E.S.P., es más de lo mismo que Santa Marta, ha tenido que cosechar del cambio prometido por sus últimos gobernantes. Desconocían los samarios que, dicho cambio no equivaldría a evolución, sino a un retroceso que les ha restado calidad de vida y competitividad a su territorio. Así lo reflejan, algunos de los principales indicadores que miden estos aspectos en el país: índices de pobreza y competitividad.

El índice de Pobreza del año 2011 (último año del periodo de “los de antes”) fue, de 38.1%, mientras que en el 2019 (último año del segundo periodo de “los de ahora”), se incrementó al 44%. La Pobreza extrema pasó de 7,9% en 2011 al 13.5% en 2019. En cuanto al Índice de Competitividad, la ciudad pasó del puesto 14 en 2010 (año 2011 N.D.) al puesto 19 en 2019. Esto, sin mencionar cifras recientes con el impacto del Covid-19.

Producto del modelo de gestión –si así se le puede llamar al método del fracaso- impuesto durante los últimos gobiernos, quedan además, las costosas obras inconclusas que han convertido la ciudad un parque de “elefantes blancos”, los cuales, pese a la negligencia de entes de control y del sistema de justicia, delatan por sí mismos, la incapacidad de ejecutoría y el manejo mañoso de los recursos públicos. Al parecer, lo que “los de antes” no pudieron resolver, “los de ahora”, lo han agravado.

Es evidente que, Santa Marta, ha sido empujada a una profunda crisis social y económica, de la que solo podrá salir a través de una eficiente y oportuna gestión para la solución de sus principales problemas. Sin embargo, como sociedad debe tener claro que, esta tarea además de requerir el concurso de todos los sectores, precisa del liderazgo de gobernantes competentes, comprometidos, pero sobretodo, capaces de convocar la unión de los samarios y la articulación con los distintos niveles de gobierno.

No es momento de cambios cosméticos, se necesitan transformaciones profundas que, conduzcan a la evolución social, política y económica de la ciudad.