El melodrama gringo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Se cumplieron, finalmente, los diez años desde que cayeron las torres gemelas de Nueva York, y desde que los demás episodios de violencia de ese mismo 11 de septiembre tuvieron lugar. Hubo algo así como tres mil muertos en total, que, como todos, duelen.

Pero la humanidad no deja de preguntarse si los espías desnudados por Wikileaks no habrían hecho alguna pilatuna de las suyas, como aquella que les permitió iniciarle la guerra a España para, en últimas, hacerse con el control de Cuba, hace más de un siglo; o, más recientemente, como aquella travesura de Pearl Harbor que les dio el combustible político para meterse en el momento justo en la Segunda Guerra Mundial, y ganarla.

Porque los amigos del Norte son muy astutos, y no dan puntada sin dedal. La verdad sobre las Torres Gemelas, así como sobre todo lo demás, algún día se sabrá: la historia, esa que citan Hitler y Fidel, deberá entonces absolver o condenar.

Sin embargo, lo que me ha ocupado últimamente no ha sido lo anterior, pues nada de lo dicho es ninguna novedad. Me he puesto a pensar, sí, viendo el televisor, con todas esas imágenes dramáticas de hace diez años, cuando el pueblo gringo, desacostumbrado a recoger lo que siembra, desentendido de la acción de sus gobernantes, se vio sacudido por la realidad inexorable de la guerra, por lo demás, el pan de cada día en muchos de los lugares del mundo en donde la mano negra yanqui se ha sentido. (¿Un ejemplo?, ¿qué tal el de un país en guerra civil no reconocida -pero alimentada desde el Norte- llamado Colombia?)

Y si bien estoy de acuerdo con que la gente inocente no debería pagar por lo que hacen los otros, los culpables, creo que la historia enseña que eso de nada importa al final, pues no es de justicia de lo que se trata cuando se permite que el que tiene el poder haga lo que le dé la gana con él, como favorecer los intereses de los más ricos de un país ya rico: después que paguen los cándidos, los que ignoran lo que pasa bajo la superficie. Si no me creen, averigüen cuántos judíos murieron en las Torres Gemelas.

Ahora bien, hecha la anterior prevención, debo decir que lo que más me llama la atención de todo esto es el drama con que los gringos de a pie manejan este tema.

Drama lloricón, y drama falso. O drama real, pero, en todo caso, drama injustificado, ciego y pasional.

Y es justamente eso lo que me sorprende de los gringos: la extrema emotividad con que han manejado este problema, ellos, que no han construido ese gran país siendo auto-compasivos, auto-complacientes y mintiéndose a sí mismos. Estamos hablando del país más poderoso del mundo, con la gente mejor preparada para mandar en la política, en los negocios, en la ciencia y en la tecnología, en el deporte, en las artes… Un país de gente efectiva, de resultados, no de pretextos y excusas.

¿Quién podría negar esto? Pero parece que se están reblandeciendo, sí, ellos, que cuando una desgracia les sucede solo dicen: "Hey, shit happens", y continúan como si nada.

Ahora, bloqueados por el resentimiento parecen olvidar que en la vida todo tiene un porqué, y que si recibieron un golpe no sería precisamente por haberle jugado limpio como colectivo al mundo.

Me parece que los gringos, el pueblo gringo, el que construyó el imperio económico para que los otros, sus otros, mandaran (en todas partes se permiten injusticias cuando la gente vive de espaldas a la realidad política), se está volviendo cada vez más mediocre y resignado. En decadencia, como dicen los árabes que no perdonan.

La gente gringa ha preferido irse por el "pobrecito yo" antes que verse al espejo y reconocer su rostro ensangrentado con la vida de los infortunados seres humanos puestos a merced de las políticas y arbitrariedades de su Estado. Lo irónico es que cada vez se parecen más a nosotros, que tan víctimas somos, que tanto nos gusta el drama barato.