Brazos caídos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Antes del encuentro de hace una semana y media entre el posteriormente campeón Bayern de Múnich, y el más-pasado-que-presente Fútbol Club Barcelona, por el partido único en Lisboa perteneciente a fracción de los cuartos de final de la edición de este año de la famosa Champions League, me asaltó un presentimiento.
Vi de pronto en medio de relampagueos de la imaginación los partidos de 2013, cuando, convocados idénticos equipos y torneo se acumuló en semifinales un marcador de siete a cero en favor de los hijos de Sigfrido. Y, la que era mejor premonición: reviví el ambiente funerario del Estadio Mineirão, luego de la paliza absoluta de semifinal que Alemania, también vencedora en el cierre del mismo campeonato universal de 2014, le dio a un Brasil local que no buscaba el título, es verdad, mas del que no era fácil anticipar tanta pobreza.

Miseria, incluso. Carencia de ánimo hasta para ir a dar antideportiva patada disfrazada de afán de custodia. Muerte anímica. Aquello fue lo que pasó por la Canarinha, y es lo visto recientemente del Barcelona, tanto en 2013 como, siete años después del siete-a-cero, días atrás. ¿Qué ventura ocurrirá en la cabeza de los hombres que conforman a estas escuadras poderosas que, de repente, o quizás paulatinamente, se caen? Alemania. Eso les ocurre. Pero no propiamente Alemania, que suficientes citas claves igualmente ha perdido (aunque casi nunca goleada), sino el estilo “inhumano” alemán. No es casualidad que Brasil, Argentina, España (o Cataluña), etc., hayan resultado derrotados ante el aburridísimo uso teutón de “jugar” al fútbol.

Entrecomillo la palabra jugar porque es precisamente lo que pretendo señalar: si un equipo de los alemanes ha podido engranarse es debido a que sus integrantes seguro han dejado de pasar el tiempo, y entonces los motores ciegos de la ambición y la concentración tomaron el control a partes iguales en las mentes y cuerpos de estos rivales de peligro. La alegría latina de españoles o brasileños, muy humana, muy cálida, poco puede hacer a veces para resistirse a la maquinaria pesada de unos conjuntos (la selección de 2014, el que acaba de ganar la Champions, etc.) que parecen haber hecho de la cancha un cuadrante, en defensa y ataque, de modo que las labores en uno y otro sentido estén aprendidas y sean practicadas cual cirugía milimétrica.

Ahí no hay nada de juego, pues el caso es de planeación, estrategia y voluntad de vencer. No es diversión (¿por qué tendría que serlo?), es trabajo y sacrificio. Pueden aquí caber todas las críticas del planeta a esta forma de lograr las cosas que no se queda en simple enunciado, y que requiere del desarrollo de ciertas cualidades, asimismo humanizadoras, que no son del todo apreciadas, especialmente en el medio del fútbol (ya ni se diga en nuestro balompié silvestre y emotivo). No obstante, sería dable oponer a los ataques la estupenda y bien conocida máxima de un representante de los opuestos naturales de los germanos, es decir, los británicos: Gary Lineker. Lo que declaró no deja dudas sobre la dureza de la piedra: “El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, en el que juegan once contra once, y en el que siempre gana Alemania”.
¿Es lo correcto, lo adecuado, lo sano, lo justo, acaso lo bueno, carear la vida algo maquinalmente –tal que un robot-, o no lo es? Los resultados, entretanto, se parcializan escasamente festivos.


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