Mercedes Barcha, migaja de Dios que se marchó en silencio

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


No sé con exactitud cuántos años pueden haber pasado, pero sí sé que supera tres décadas cuando conocí a Mercedes Barcha, la pareja perfecta de nuestro nobel Gabriel García Márquez. Esa noche departimos en el Rincón Argentino” negocio de un cantante rioplatense conocido con el seudónimo de Walter Dennis, cuando Mercedes escucho mi nombre me preguntó cuál era mi segundo apellido, le informé que conservaba el apellido por seis veces “ahora si es verdad que conocí a un Iguarán de cepa” y agregó que cuando la Universidad de Columbia le dio el título de honoris causa a Gabo, fue vestida de manta guajira.


Fue Mercedes para Gabo la musa ideal para que describiera el mundo femenino en sus novelas, fue aquella que lo acompañó sin cansancio, conservó perpetuamente un gran espíritu de lealtad irrevocable, la disciplina era para ella una necesidad vital, almacenó siempre una reflexión para lo correcto y reaccionaba siempre al estímulo de la gratitud, sin proponérselo fue la mujer esencial en la vida del Nobel. Mientras su marido peleaba con las letras, para la construir su gigantesca y colosal novela, Mercedes capoteaba de manera airosa las dificultades económicas y asumía con alta gallardía el mando del hogar.

Es difícil calcular hoy la suma de pesares, las incesantes mareadas de obstáculos que pusieron a prueba su gallardía hogareña, en aquel leve paréntesis de más de un bienio de lucha, sus sacrificios se tradujeron en algo excepcional y único, dejó atrás las hondas huellas de la escasez y los oscuros pasos de vivir en intimidad con el desamparo, a pesar de todas esas pesadas tareas que Dios puso a prueba su lealtad, nunca se le oyó quejarse de la ingratitud, todos esos grandes sacrificios que cargó en sus hombros, les sirvieron de semillas para cosechar generosidad, nobleza, felicidad y un grandioso futuro.

Aquella suma de energía moral, aquel modelo de generación ideal, aquel estímulo de rectitud, ya no nos ve, ni nos oye, ni nos habla, ella que fue todo ojos, todo oídos, que fue cuerpo floreciente de vida se nos ha ido en un gigantesco silencio, aquella emblema de la actitud honrada y correcta que supo ganarse los aplausos de todos, aquella figura que se desbordó en entusiasmo, aquella figura que Dios nos regaló por más 80 años se ha desplomado para no levantarse jamás.

Hoy su fecunda sangre circula en la vida de sus hijos Rodrigo y Gonzalo, gajes de su lucha titánica y de su propio esfuerzo, quienes hoy en la orfandad seguirán con disciplina responder los esfuerzos de aquella migaja de Dios que, a pesar de su despedida, vivirá tanto como la verdad. Hay que comprender el llamado de Dios, pues si la situó a su reino es porque debemos comprender que, los grandes seres que lucharon de manera homérica en este mundo también tienen derecho al reposo y a la tranquilidad.