1. La grandeza de Uribe no radica en el poder como tradicionalmente lo conocemos. Uribe no es el hombre de las estrategias, ni las relaciones, ni los planes. Su poder se limita y se extiende a que miles de ciudadanos lo quieren.
2. La relación de los uribistas con el Presidente es cercana, como si fuera nuestro amigo de siempre; aún si no lo conocemos. Causa en quienes lo queremos una paradójica relación de sentirnos al mismo tiempo protegidos por él y dispuestos a protegerlo.
3. Se me viene a la mente la historia publicada hace tiempo de un anciano que en sus últimos días en medio de la demencia desconfiaba hasta de sus propios hijos, y pedía a quien jamás conoció: “Uribeeeeeee. ¡Ven a salvarmeeee! Esta gente me quiere envenenar, ¡la guerrilla me quiere matar!, ¡manda al glorioso ejército nacional por mi!”. En su delirio confiaba que llegaba a visitarlo y sus angustias se le pasaban.
4. La fuerza de Uribe desde siempre ha mostrado una peculiar fragilidad. Su ser despreocupado, confiado, valiente a veces temerario lo coloca en los filos de abismos que con bocas enormes amenazan con tragárselo. Y una especie de magia o suerte parece rescatarlo. Ese efecto teflón, esa estrella, Dios protegiéndolo, anunciaban desde siempre el destino del héroe trágico.
5. Uribe hizo un gobierno cuyos resultados son casi inverosímiles (será por eso que los que no lo vieron se niegan a creerlos). La negociación con los paramilitares no los premió, ni los llevó al congreso. Los llevó a la cárcel. 14 extraditados, 92.811 hechos imputados y confesados, más de 10mil cuerpos recuperados. Casi 1200 extradiciones, fumigación, incautaciones, persecución de los bienes, pasamos de 102 mil a 59 mil hectáreas. Durante su gobierno se redujo el homicidio en 46%, el secuestro en 90%, se recuperó el territorio perdido donde 350 alcaldes no podían gobernar, la población bajo la línea de pobreza se redujo en 30% y el PIB per cápita creció en más de 100%. De los 4,5 actos de terrorismo que teníamos al día (en promedio) pasamos a 1,3, una reducción del 71%. Así fue, así lo vivimos. Colombia fue distinta.
6. Ante la injusticia solo hay dos opciones, verla sucederse ante nuestros ojos y no hacer nada, o actuar. Siempre es mejor actuar. Sin embargo, hay que saber canalizar el fuerte sentimiento de indignación que produce la injusticia.
7. En nuestro país las injusticias han servido para justificar todo tipo de violencias, para destruir, para atacar, para dañar. Repudio toda vía de hecho, no importa de quien venga, nunca tiene justificación. La institucionalidad es lo único que tenemos, por eso hay que defenderla. El uribismo es una fuerza propositiva y cívica, y así debe mantenerse. El impulso de la detención del Presidente debe usarse para aportarle al país.
8. Una constituyente para reformar la justicia no es una idea nuestra, es una necesidad diagnosticada desde hace mucho tiempo. 19 intentos de reforma a la justicia dan cuenta. Colombia necesita construir instituciones en las que todos podamos confiar.
9. Una constituyente permite la participación ciudadana, de las fuerzas políticas y nos pone a todos juntos a discutir un problema que todos reconocemos y a buscar una solución para Colombia, toda.
10. El dolor purifica y vivifica; mueve. Nos moveremos con determinación para construir una mejor Colombia. #UribeLibre