Tierra descubierta, ciudad fundada

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



“[…] El señor Emperador Carlos V, de gloriosa memoria, nuestro rey y señor natural, envió a la conquista de la provincia de Santa Marta, con título de gobernador, a don Rodrigo de Bastidas, dándole por jurisdicción desde el cabo de la Vela hasta el río grande de La Magdalena, el cual pobló la dicha ciudad por julio de 1525 años; púsole el nombre que hoy conserva, ahora fuese por haber descubierto la tierra el día de la gloriosa Santa, ahora por haber fundado la dicha ciudad en su día. […]”.

La cita es de El Carnero, del santafereño Juan Rodríguez Freyle, libro escrito entre 1636 y 1638, aunque publicado en 1859. Me sirve para echar sal en la herida sobre aquella dualidad que pervive a partir de la confusión que le es propia: ¿somos (en Santa Marta, en Hispanoamérica) el producto de cierta contemporización de extraños conocidos que insiste en seguir inacabada, o no constituimos sino apenas lo sabido: las resultas de una desnaturalización, hijos de padre violento y de madre violentada, a los que vindicamos juntamente, a los que repudiamos por igual a un tiempo?

La simultaneidad, tan recurrente, no es razonamiento bastante que atempere tales inquisiciones, sin embargo. Que lo diga el antedicho Bastidas, quien anheló hacerse fundador de villas, es decir, el que liderara saqueos; pero, vaya contrariedad, también se pensó descubridor, o sea, ese que, admirado, registrara lo que veía (en Sevilla fue notario), defecto que lo empujaba a ejercer el respeto a las naciones vencidas. A los bandidos que lo acompañaban (¿y que prosperaron por aquí?) no les hizo gracia que el adelantado saliera humanitario si a lo que habían venido era a otra cosa; así que acuchillaron al “viejo” apenas sesentón. La ambigüedad que indetermina no se acabó cuando la Independencia, puesto que la ciudad de Santa Marta quiso adherirse a la primera libertad mas no le alcanzó el impulso: la fidelidad a España de las pequeñas élites samarias, aisladas del mundo, y la infidelidad de los indios a su historia, convirtió su lucha contra la patriota Cartagena en un fin vano. 

¿Permanecemos indecisos todavía acerca del pasado y del destino? Pues esta capital de mar y sierra no se parece aún a un ideal compartido, a cinco años de su quincentenario occidental, el primero que se cumplirá en Colombia. Guarezcámonos siquiera de la fatuidad numérica. A Santa Marta, que lo dio todo ayer, hay que devolverle algo hoy, ojalá en forma de acciones significativas.

In memoriam. Sincero dolor ha despertado en muchos samarios la prematura muerte del querido profesor José Ariel Parra Vega. Recibí sus clases en el colegio, nos reconocimos en la universidad, la última vez que lo saludé de viva voz habrá sido hace un lustro. Sus bromas bondadosas, su amistad, siempre resonaron en mí tal que esperanza. ¿Qué puedo agregar que no se haya dicho ya? Quizás que, en mi vida, nunca he visto a tantos lamentarse de verdad por la ausencia de uno solo. No podía ser distinto: este entrañable cachaco, hombre con corazón de oro, amaba sereno a Santa Marta y a sus habitantes, y creía contagiosamente en ambos como el que más. Eso no se olvida. Dondequiera que esté, descanse en merecida paz, profe. Sentidas condolencias a su familia.