Si no replanteamos…en algún momento sobrevendrá una corrección natural

Columnas de Opinión
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Todo parece indicar que, en esta oportunidad, la pandemia originada por el Covid 2019, se puede convertir, tan solo, en un dramático llamado de atención a la especie humana, “la parte consciente y responsable de la superentidad viviente denominada Tierra”, tal como lo afirma Leonardo Boff, pues esperamos, como continúa afirmando el teólogo brasilero, “que la Tierra siga teniendo compasión de nosotros y nos esté dando sólo una especie de ultimátum” que nos haga despertar del letargo para “restablecer el rumbo”, tal como lo ha señalado el sumo pontífice en su oración de indulgencia plenaria por la pandemia.

De seguir esta ruta, reafirma el teólogo, “vamos al encuentro de nuestra propia desaparición”, pues las pandemias sobrevinientes, señala el divulgador científico David Quammen, como consecuencia del afán de productividad y la consecuente “destrucción de los hábitats de animales, tienden a acercar a nosotros estos virus que viven en animales salvajes”, y, por lo tanto, se pueden convertir en un “drástico factor de corrección del crecimiento demográfico de la especie humana, tal como les ocurre a muchas especies de insectos cuando ejercen mucha presión sobre el medio natural”.

En efecto, señala Boff, “si continuamos atacando a la Tierra viva, ella contraatacará de nuevo con más pandemias letales, hasta que llegue una que nos exterminará”.

Si al anterior desastre natural le adicionamos el desastre cultural de pobreza, inequidad y desigualdad de oportunidades para cerca de 1.300 millones de pobres multidimensionales del planeta, originados por el exceso de individualismo y codicia, las posibilidades de colapso del ecosistema Tierra se acrecientan, pues si a los desequilibrios en los ecosistemas físicos, producidos por la dinámica del mercado, les adicionamos los desequilibrios en los ecosistemas humanos originados por el descuido del eje colectivo necesario para mantener la polaridad de cualquier ecosistema, la inminente destrucción sería inevitable… si no replanteamos nuestra relación con el planeta y con nuestros semejantes.

En efecto, frente a la conjugación del desastre natural, expresado en un planeta gravemente enfermo, con el desastre cultural, reflejado en las cada vez más enormes brechas de desigualdad e inequidad sociales, el Papa Francisco en su mensaje URBI ET ORBI en la pascua 2020 hace un llamado específico a los gobernantes del mundo para que tomen medidas concretas de solidaridad:
“Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos…y hace un llamado a que se relajen las sanciones internacionales de los países afectados… reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres…y que no es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas…”.

Pues esta es la “recesión que más debemos temer”, según lo expresó el predicador del vaticano Raniero Cantalamessa… “volver, después de pasada la pandemia, a la misma sociedad con las mismas debilidades, injusticias y corrupciones”.

Y respecto del desastre natural, Boff propone que no tenemos más alternativa que:
“Hacer la conversión ecológica radical propuesta por la encíclica papal sobre el cuidado de la Casa Común…Y en este sentido, el coronavirus no es una crisis como otras, sino la exigencia perentoria de una relación amistosa y cuidadosa con la naturaleza…el punto esencial e irrenunciable es una nueva concepción de la Tierra, ya no como un mercado de negocios que nos coloca como sus señores, fuera y por encima de ella, sino como una superentidad viviente, de la que somos precisamente su parte consciente y responsable…”.

Por lo tanto, es imperativo tener la capacidad de advertir lo que se nos avecina para poder replantear nuestro rol y manera de vivir en nuestro planeta, que permita, de un lado, iniciar el camino de disminución de las brechas sociales que azotan al planeta, y por otro, evitar la corrección natural del crecimiento demográfico por excesiva presión a la naturaleza.