El descalabro conocimiento de Perucho

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


No hay duda que Pedro Segrera es un polemista cuyas temidas frases no dejan de encontrase cargadas de explosivos, su terrible pluma semeja un pulpo enfurecido que sujeta entre su mil tentáculos a quien se dirige y su mordedura “caimanezca” lo agota y lo oprime y, chorreando sangre por todas parte lo ve morir entre terribles angustias. En su columna “Peces de adorno” sus peces no tuvieron muy adornados, en su reciente escrito, después de arremeter contra el expresidente Samper enfila sus metralletas contra mi bisabuelo, confirmando que el “General Reyes fue elegido presidente, tras el escándalo del “Registro de Padilla” protagonizado por Juanito Iguarán”, agrega una cantidad de sandeces que ni siquiera llegan a semejarse a la realidad.

Afirma que los compromisarios electorales, tras una gran borrachera le firmaron en blanco actas y planillas los Registros Electorales, y así Reyes derrotó a Joaquín Vélez. Añade Perucho, “que para esos tiempos no existían las papeletas” y mediante papeletas fue como se realizó la elección, lo que realmente ocurrió fue que para la época la elección presidencial no se realizaba mediante el voto popular, sino mediante las Asambleas Electorales. A nivel nacional los comicios registraron 984 votos para Reyes y 982 para Joaquín Vélez, la reducida diferencia desató revuelo nacional que terminó en demanda ante el Gran Concejo Electoral que fue llamado Proceso Provincia de Padilla, que falló a favor de Iguarán.

Afirma Perucho que los compromisarios engulleron friche, otra vil calumnia, los riohacheros conocieron este prodigioso plato en el año 1935.

No fue el patriotismo del General Iguarán como suele serlo al presente el de nuestros políticos, disfraz de la ambición. En la época en que se educó y en que formó su carácter, aspirar a empleos y dedicarse al servicio público exigía abnegación y valor moral. No se tenía presente como ahora la remuneración de cada servicio que hubiera de presentarse al país, ni se trabajaba con otra mira que la de procurar el bien común, y la de hacer prevalecer opiniones o principios de buena fe. Su vida puede servir de edificación a los que hoy contratan.

Difamar el nombre del General no es agraviar al prójimo, no es ultrajar una familia, es agraviar una provincia, no es decoroso ni reflexivo ofender al militar, que siempre consagró sus mayores esfuerzos a la dignidad de la patria, que fue vencedor en la batalla de Chivolo, tampoco es digno ultrajar a quien ahuyentó las tropas venezolanas que osadamente quisieron tomarse a La Guajira, tampoco es noble reprochar al militar vencedor de la batalla de Karazúa, donde culminó la guerra de los mil días, sus manos nunca se vieron manchadas de sangre a pesar de haber triunfado en infinidades batallas. En el 1950 murió imponiendo su valioso contingente en servicio de la paz, dejando su talento y honradez como único patrimonio.


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