Lo inmodesto

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Presa de la expectativa acerca de la combustión de una guerra religiosa entre Occidente y Oriente, en la que poco tendríamos que ver los pobladores de a pie de países periféricos como este,
es decir, de aquellos con escasos intereses directos en geopolítica y economía internacional (intereses “religiosos”), he pensado que, posiblemente, las mayores injusticias de la vida se cometen en nombre de la susodicha justicia, ahora reclamada tanto por gringos “infieles” como por persas “muyahidines”. Y, así, repasé en secreto la cansada idea de que el mal podría surgir del bien (a propósito de las buenas intenciones): la maldad a manera de fruto de una carambola paradójica basada en la ansiedad de inculcarle al otro lo recto, lo correcto, lo que, en últimas, lo va a “salvar de sí mismo”.
La justicia, la íntima compensación consistente en impartir la justicia que cada cual ha acuñado para sí, acaso es entonces –también- la mezquina justificación para ser cruel, despiadado e incluso criminal sin mayores cuestionamientos, autorizado como se cree estar para serlo en nombre de toda la humanidad. De este modo, abundan los movimientos sociales o políticos actuales – ¿y antiguos?- que se atreven a invocar fácil, ligeramente, y usando de pronombres mayestáticos, la necesidad de que su credo sagrado sea acatado –ojalá temido-. Porque una cosa ha quedado clara a estas alturas, en tanto que muestra de que, en el fondo, las ideologías duras son fundamentalismos disfrazados, fanatismos racionalizados: solo a veces han podido coexistir diferentes modelos de comprensión de la realidad cuya verdad profunda y común es en realidad la negación soterrada del opuesto.
Como ejemplo de lo anterior se tiene a varias de las actuales fiebres de “lo social” recién llegadas a Colombia, país fértil para el delirio rígido donde los haya. En oposición a la escasa firmeza, aquí las cosas suelen ser de asfixiantes vida o muerte (quién sabe si por eso hay tanta muerte), y la perversión no tarda: no solo fracasa la pretendida y cada vez más frecuente imposición de “ideales” de última generación, sino que se cuece el efecto contrario, como es natural: su callado rechazo. No obstante, esto ha acaecido igual en sociedades de vanguardia; ahí están los electores de Trump para probar que lo mismo seguirá dándose. (Parece que el ser humano se rebela más a gusto ante lo que tal vez percibe como la inmodestia de ciertas élites [aunque ello venga potenciado mediante intelectualizaciones], que frente a lo concreto y familiar, a pesar de no ser lo más presentable).
En esta época de renovados ismos (y de sus violencias “justas”), vivifica el retorno del pensamiento independiente; que, a su vez, vendría a ser la resulta de la derrota del oscurantismo medieval de nuevo vivo merced al fondo de la caverna tecnológica. Debido a que está probado que la educación por sí sola no sirve para independizar (hay gente letrada, y, todavía, recalcitrantemente estúpida), creo que es hora de que el individualismo de vieja escuela regrese a las vidas de las personas para recuperar lo perdido. Solo cuando la quebradiza vanidad de hasta respirar en grupo sea subyugada por la fuerza verdadera, como ocurrió en pasados históricos, habrá más paz y menos guerras santas.