Rafael Manjarrez, un gran símbolo de la canción vallenata

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


Unas de las frases que García Márquez manifestó en defensa de la música vallenata fue decir que “cien años de soledad es un vallenato de 350 páginas”, palabras que el mundo vallenato acogió con suma complacencia.
Haciendo caso al Novel, en esta navidad Rafael Manjarrez ha sorprendido a sus amigos con un libro que contiene 350 páginas de canciones vallenatas, cuyas coplas llevan un tesoro como consigna musical y un sentimiento inmortal que no solo Colombia se siente complacida con aquella garganta que semejantes a grandes los volcanes, eructa canciones cuyo dulces frutos son portadoras de sublimes sentimientos, la costa caribe de nuestro continente suramericano y nuestros vecinos bolivarianos, también hacen partes de su complacencia.
Sus cantos son estímulos un al deleite, a la complacencia, fomenta la atracción, sufre total eclipse el estrés, esteriliza el pesimismo y no solo se muestran como éxitos, sino que se anuncian como primicias. Como todo jagüero es sencillo, debido a su desbordada inteligencia no se esfuerza en crear versos poéticos que luego las convierte en insignias de divinas canciones, es Rafael Manjarrez un gran ejemplo de sencillez, después de haber superado doce lustro de edad, aún extraña que lo llamen maestro, cuando por su completa habilidad para componer, debería poseer ese título desde que indagaba en la adolescencia.
“Ausencia sentimental” unos de sus grandes éxitos, se encuentra enarbolara como ícono e himno de las canciones del folclor vallenato, no existe provinciano que no la cante, ni valduparenses que no inicies sus parrandas con esa canción que refleja la nostalgia de un estudiante cuyos padres, atropellados por la pobreza, vivían en intimidad con la escasez y el desamparo, sin embargo, se esforzaban por enviar a su hijo para que en la lejanía obtuvieran el logro de la superación.
Este simbólico rito, de profunda significación alegórica, lo ha complementado con un CD que contiene cincuenta de sus guirnaldas canciones que matizó su gratitud y entretejió su gran afecto.
Si algún día, y ojalá sea muy tarde ya que no puede ser nunca, se te levante en La Jagua del Pilar un cuerpo de bronce que sea visto como el hito más avanzado a donde pudo llegar el estímulo de un pueblo a la buena intención, mediocremente servida, y como un ejemplo de la magnanimidad de un hijo insigne e ilustre y de un amigo sin hipocresías y sin disimulo.
Solo me resta decirte Rafa que el cielo dilate tu provechosa existencia de compositor insigne y que Colombia entera comprenda y agradezca la utilidad y grandeza de tus canciones