Cabo de la Vela, el paraíso escondido del turismo colombiano

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


Cerca de unos cuarenta y cinco años, La Guajira se colmó de dicha cuando grandes ingenieros y magnos capitalistas se acercaron por nuestras tierras para iniciar la explotación del carbón.

Para llegar a su ejecución fue necesario decenas de miles de millones de dólares, las cuales abrieron la ilusión de la etnia guayú, pues pensaron que aquella sequía con la que han vivido en íntimo contacto y aquel desamparo que nunca ha dejado de ser su letal discrepante, podían haber llegado a su fin, pero, sin embargo, siguen sin el menor disimulo aumentando cada vez más su mortífera persecución.

La “carretera” que se realizó con el fin de llevar los implementos para la construcción de la ciudadela del Cerrejón Zona Norte y la línea férrea paralela a este carreteable, podía servir de igual manera para colocar en ciertos caseríos, molinos de vientos o pozos profundo para el consumo humano de los indígenas, aunque en la región ya existía Proaguas de La Guajira, entidad que tenía como labor el mantenimiento de más de doscientos molinos de vientos cuya faena, aunque pobre, deleitaba a una agrupación considerable de la región. En el gobierno del presidente Gaviria, esta institución expiró, sin llegar a considerar que dejaban a cientos de indígenas en el más alto deterioro social y de igual manera a sus animales que hacen parte de su inopia económica.

La “carretera” que, desde la población de Barrancas hasta Puerto Bolívar, aún está huérfana de mantenimiento, a pesar de haber cumplido más de cuarenta años de un total deterioro y no ha habido una mano amiga que se compadezca de éste gigantesco desamparo en que viven los guayús. El Estado colombiano aún desestima este pedazo de suelo, olvidándose que podría ser un gran sustento para el turismo nacional.

El Cabo de la Vela, ya conocido como unos de los íconos del turismo nacional, apenas se encuentra a leves kilómetros de este carreteable. Si se llevara a cabo la realización de pavimentarla, sería un gran aporte para el turismo nacional y un gran aliciente para mejorar el deterioro de vida en que se encuentra el nativo, que hasta ahora no ha podido ostentar una vida digna, a pesar de que su tierra ha consignado al país todo lo divino que tiene, todo lo que posee y todo el caudal de riqueza que conserva.

La playa, su sol y su mar casi ruinoso de olas, parece ser la masa de agua escogido por los dioses como su piscina, pues quien se baña en ella, cree haber seleccionado el lugar para su refrescamiento perdurable. El pedazo de cielo que de noche lo cubre, muestra sobre la cabeza de los hijos de Eva miríadas de estrella que al contemplarlas inyectan una fuerte dosis desestresante.

El turismo nacional no debe conocer este Paraíso Escondido, más bien debe comprometerse a sacarlo del anonimato mundial y mostrarlo al turismo cosmopolitano y el Estado debe ser el ángel guardián de su nueva esperanza.