Agua, el cuento del gallo capón en Santa Marta

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


El alcalde Rafael Martínez ha expresado su intención de instalar una planta desalinizadora como respuesta de corto plazo a la problemática de desabastecimiento de agua que aun padece la ciudad. El proyecto se estima tendría un costo de 400 mil millones de pesos y estaría ubicado en el lote del antiguo puerto de Prodeco.

Esta propuesta con la que algunos candidatos a la Alcaldía Distrital empiezan a sintonizarse sin presentar planteamientos en profundidad sobre la misma, es necesario que por parte de estos y la ciudadanía en general, se analice con detenimiento y seriedad, ya que es una solución cuya experiencia en implementación, documenta ser una de las más costosas, por lo que no debe extrañar que se utilice en mayor medida en países del medio oriente y ciudades del primer mundo, que tienen en común dos características: ser ricos y estar ubicados en zonas desérticas donde el recurso hídrico es casi inexistente.

Por lo anterior, además del costo de la instalación de la planta - lo único a lo que se ha referido hasta ahora el Alcalde-, es necesario que se estudie en ésta solución, el monto de los recursos que se precisan para solventar el consumo de energía que demanda esta tecnología, tanto en el proceso de desalinización como el del bombeo del líquido hasta las redes de distribución.

No menos importante frente a esta tecnología, es el análisis del impacto ambiental, el cual es una gran preocupación de los países que la implementan, puesto que el proceso de desalinización genera un residuo que se conoce como salmuera, cuyo manejo y disposición representan un desafío complejo y de alto costo para los territorios donde se adopta. Al respecto, el pasado 15 de enero el diario El País de España, publicó los resultados de un informe de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), en el cual se revela que “Cada día, en el mundo, las desaladoras generan 141,5 millones de m3 salmuera.

Es un 50% más de lo que se creía. Al año son unos 51.700 millones de m3, cantidad suficiente para cubrir la extensión de España con una fina capa de aguas hipersalinas. Así que para producir un litro de agua potable, hay que generar 1,5 litros de salmuera”. Esto en efecto desencadena impactos sobre el ecosistema marino, ya que el vertimiento de dicha salmuera se realiza en el mismo lecho.

Otro de los aspectos a considerar sobre la propuesta, es la localización proyectada para dicha planta, ya que tanto el lote del antiguo puerto de Prodeco como el lote conexo que corresponde al aeropuerto Simón Bolívar, constituyen la zona de mayor potencial de valorización inmobiliaria de Santa Marta, al ser consideradas las más atractivos para el desarrollo turístico no solo de la ciudad sino del Caribe colombiano. En virtud de esto, la localización propuesta resulta paradójica, pues durante años luchamos como ciudad para liberar la zona costera de la presencia de actividades consideradas “pesadas” ambientalmente como la de los puertos, esto con el argumento de que nuestra vocación turística se había visto limitada en función de ello. Sin embargo, hoy nuestras autoridades pretenden disponer de estas áreas estratégicas para imponer un uso tan o más lesivo, para el turismo, el ecosistema marino y las comunidades aledañas.

Es claro que esta propuesta es otro sofisma de distracción en medio del calor del debate electoral, pues penosamente para la ciudad, el tema del agua se convirtió en el “cuento del gallo capón” tanto del exalcalde Caicedo como del alcalde Martínez. En 8 años en el poder no fueron capaces de darle a esta ciudad una solución de fondo sobre el agua, sin embargo durante las últimas semanas no hacen más que anunciar una y otra “idea”, que solo deja en evidencia el alto nivel de improvisación con que se trata el tema.

Por respeto a esta ciudad, es el momento de que gremios, organizaciones de profesionales, Cámara de Comercio, entre otras organizaciones civiles, se pronuncien y propicien además, debates que obliguen a los candidatos a exponer con seriedad sus propuestas, pues se corre el riesgo de que el calor de este debate queme nuestras expectativas de desarrollo.