El fútbol: pasión que embrutece

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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM

No, no me malinterprete, señor lector: cuando digo lo que digo en el título lo hago porque me considero el primer embrutecido, nada que hacer, pues soy un convencido del fútbol, un acólito de la pasión por "el cuero", "la redonda", "la pecosa", "el útil", "el esférico", "el balón", "la pelota", "la caprichosa"… Y tan bruto estoy ya que ando copiándome las frases de otro -lo que siempre trato de que no se note-, más allá de que ese otro sea el gran Napoleón, quien alguna vez dijera: "El amor, esa pasión que deprava". ¿El amor deprava, el fútbol embrutece? No sé nada sobre lo primero, pero, permítame, sobre fútbol no hay quien me eche cuentos, y si digo que embrutece, es porque tengo mis razones.

Por ejemplo: Colombia jugará en cuartos de final de la Copa América contra un rival todavía por definir, y aunque parece que "rosca-paisa" Gómez, después de cuarenta años en este negocio, por fin aprendió a parar un equipo en la cancha, desde abajo -nada nuevo: hace veinticinco años Bilardo lo dijo-, y a pesar de que parece que el roce de los nuestros en Europa, y en otras latitudes, les ha dado cierto aplomo para no andar pidiéndole la camiseta a la estrella de Argentina o de Brasil al final del partido -lo que, virgen santísima, solía suceder-, y sin dejar de considerar que el pueblo colombiano no es el mismo de hace diecisiete años, cuando en 1994 ingenuamente se creía campeón del mundo porque el bocazas de Pelé, quién sabe con qué intención comercial, así lo había predicho después del 5-0 en Buenos Aires, lo digo, y ojalá me equivoque: a Colombia, al menos en fútbol, le falta mucho para ser campeón de nada.


A ver. El equipo colombiano que se aprecia en estos días, no el que Bonnet y el argentino vende-patria de Alfaro dicen que existe, no es la gran cosa. De acuerdo, es posible que la selección tenga una buena defensa…, apenas buena, eso sí; y que el medio campo, lleno de fuerza, juventud, movilidad y sorprendente cancha, pueda enredarle la vida a cualquiera; además hay que decir que desde la zona de volantes esta vez sí se están generando salidas por los costados, siempre ignorados por los equipos colombianos, tradicionalmente obsesionados con el ataque vertical e inefectivo, producto de la falta de concentración, claro está.

Los delanteros de Colombia, por supuesto, constituyen el punto más bajo del equipo, por una sencilla razón: son delanteros que no hacen goles. Y por si fuera poco, el mejorcito de los artilleros está pagando cadena perpetua en la banca: Teófilo Gutiérrez. (El otro día la gente, en Argentina, pedía justamente el ingreso de Gutiérrez, y la dupla besucona de Gómez y Álvarez respondió con Rodallega, quien, como dicen en la barriada, no le hace un gol ni al arcoíris).

Pero este regular equipo, que tiene el elemento futbolístico necesario para ganar algo, lo reconozco, carece de lo más importante, que es la solidez mental. Es cierto, hasta ahora hemos visto a Colombia jugar frente a equipos tibios, apenas armados para empatar -hasta la misma Argentina-, haciendo "partidazos", pero no lo hemos podido apreciar ante una escuadra de aquellas que le ponen presión al asunto. No hemos visto a Colombia en situación de derrota, con el deber de remontar un resultado, enfrentando a la adversidad, que es cuando se conocen los hombres, y los niños salen corriendo. Sin embargo -y por esto digo que el fútbol lo embrutece a uno-, a pesar de saber esto, y de ser consciente de que con el actual técnico -y dirigentes federativos- ese nivel no se va a alcanzar, la verdad es que no me importaría nada de lo anterior si pudiera ver al pata-brava de Yepes levantar la Copa América. Así de embrutecedor es esto.

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