La solidaridad: principio ético de incalculable valor

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



En un hermoso amanecer en la bahía de Santa Marta, llamó mi atención el arribo de una pequeña embarcación; se trataba de un pescador; rápidamente sujetó su nave, en su mente estaba comercializar el producto de su faena en el mercado público e irse a descansar.
Encontró en el camellón a una mujer que lloraba, el pescador le pregunto ¿Qué te sucede mujer? Respondió: tengo un niño de 7 años a punto de morir, necesito $1.400.000 para salvar su vida; no he encontrado quien me ayude, ni en las oficinas del gobierno de aquí, menos en la gente de la calle. Este sensible dialogo conmovió al pescador, le propuso a la mujer le acompañara por el camellón, vender algunos pescados y regalarle algo de dinero. Solo caminaron unos metros, el pescador encontró una bolsa, la abrió, observó unos fajos de billetes, los contó, que sorpresa eran $1.400.000. La mujer le preguntó al pescador: ¿Qué va a hacer con ese dinero? El respondió ¿Qué vamos a hacer? La plata la encontramos los dos; le dijo tome este dinero, allí está lo que necesita, salve a su hijo, es mi deseo.

El pescador se quedó sin nada; la mujer se despidió con un Dios lo bendiga y el pescador respondió que Dios permita su hijo viva; pues éste dinero lo puso Él para tal fin; mi dirección es esta, me gustaría saber más de su hijo. Al cabo de 10 días, la alegría era inmensa en la familia del niño, desde una clínica en Barranquilla celebraban la recuperación del niño. De regreso a Santa Marta, la mujer y su hijo visitaron al pescador, lo encontraron en una tremenda fiesta; al verlos los saludó efusivamente, exclamando, le tengo una sorpresa, tome estos $10.000.000; esta es otra bendición de Dios, recíbalos; me gane el premio mayor de la lotería XY; la mujer entusiasmada dijo: esto es una retribución, Dios no olvida a sus hijos.

Cabe preguntar ¿Será que todas las personas pueden actuar como el pescador? Sí, pero no lo hacen; éste hecho, verídico, ilustra con ejemplo el claro sentido de la solidaridad y la justicia, quedarse sin nada, darlo todo. Mensaje digno de emular para que los seres humanos podamos mutar dentro de un escenario con una verdadera justicia social.

Con esta vivencia, el pescador, hombre justo y generoso, demostró que cuando nos apartamos de los intereses y damos solidaridad a nuestros semejantes, se originarán sorpresas agradables que no teníamos en cuenta.

No muy lejos de allí dos individuos caminaban, quejándose de la difícil situación económica que padecían; Chepe, uno de ellos se encuentra un dinero y solo le entrega $2.000 a su acompañante, quien pensó al instante ¿Será que me merezco esto? ¿Por qué no compartimos el hallazgo? dijo. Pero resultó así Chepe no fue justo.

Les pregunto, si Chepe no es capaz de compartir lo que no ha trabajado, porque lo encontró ¿Creen que pueda ser solidario más adelante? La respuesta es no, individuos como estos no cambian fácilmente, pululan en nuestra sociedad; en vez de conseguir condiciones como en el caso del pescador, no encontrarán retribuciones favorables.

En síntesis encontramos el pescador, sinónimo de solidaridad y de bondad y Chepe símbolo del egoísmo y la desgracia.