Vicio

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Soy un gran amante de las biografías en general. Me seduce ver las vidas expuestas desde la desnudez y así adentrarme en las maneras mediante las que sus respectivos dueños se midieron con las dificultades, y, mejor aún, cara a la derrota absoluta.

No lo hago acaso porque crea que tales me ayuden personalmente en problemas que solo podré solucionar más adelante por mi cuenta, como es inevitable que sea, no, sino porque en verdad creo que a la gente hay que entenderla en su contexto: así sabemos que no siempre el que parece muy malo lo es tanto, y viceversa. No condeno –ni recompenso- por anticipado a nadie, pero la experiencia me ha demostrado que a veces, en muy específicos casos, no sobra ser miserable, ni mezquino, y, por el contrario, reconozco que es ese el curso de acción recomendado cuando se trata a diario con ciertos individuos. Sin que vayamos más lejos: este es el caso de cualquier ejercicio de poder.

Y el poder es algo que me interesa, claro, dado que su abrasiva dimensión mundana no lo despoja de valía: aquel que cree que puede imponerse a los que lo rodean es alguien que merece ser estudiado de cerca. Por eso, de todas las biografías, en especial leo y veo las que me encuentro de políticos que han tomado grandes decisiones, ellos solos, por sí y ante sí; esos que quién sabe si son en realidad personas más completas de lo que podemos imaginar, y que, quizás en algún momento de sus vidas quisieron hacer algún bien a los demás, hasta que fueron el ambiente, las circunstancias, la salud, la suerte, sus impedimentos reales. Eso sí: no me ocupo de aburrirme con la fútil vida de los políticos del montón, aquellos que, igual que en no pocos casos de Colombia, exclusivamente se hacen elegir para terminar de corromperse, y corromper.

En estos días está de moda Vice, la película biográfica sobre Dick Cheney, exvicepresidente gringo durante los ocho años del gobierno de George Bush, hijo. Debo decir que hace mucho tiempo no escuchaba el silencio de una sala de cine saturada. ¿Muestra de cómo captura la atención del público esta cinta, ya premiada y por recibir más premios? A no dudar: la quietud que se genera cuando ocurren allí densos diálogos bien podría ser la misma que los creadores de esta obra le atribuyen, en tanto que estrategia de juego, a Cheney. La maestría para callar, que es la misma de saber esperar –parece oírse-, es la que luego te permite atacar sin falla. Sin errores de cálculo, porque ya lo calculaste todo. Sin miedo, porque el riesgo está controlado. Sin dudar, porque, en un momento determinado, no embestir no es ninguna opción cuerda.

Ahora bien, si no se está muy empapado de realidad, y se es buena gente, tal vez el relato a que me refiero resulte algo crudo de digerir o aprovechar. Aquellos que todavía creen que los líderes políticos se pelean entre sí por algo que no sea su propio interés harían bien en exonerase de perderle dos horas y media a Vice. Por lo demás, ella es una buena representación, habida cuenta de esa inocente aproximación a los detalles, de la paradoja del poder: al maravilloso personaje de Los Simpson, Charles Montgomery Burns, autócrata que odia al pueblo y ama a su dinero, le encanta presentarse y que lo llamen con un familiar Monty, diminutivo de Montgomery. Pues, sí: ocasionalmente, se logran victorias como las suyas nada más para no ser abandonado.