Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Yo tengo el corazón a la derecha de mi pecho (y no a la izquierda, como un buen cristiano). Se trata de una anormalidad bastante normal, la dextrocardia, después de todo; los que saben de eso estiman que más o menos uno de cada treinta mil parroquianos sufre de tal defecto de fábrica, lo que quiere decir que en Santa Marta debo de tener unos 15 colegas más. No está mal. Pero eso es lo único que tengo, digamos, derechizado.
Creo firmemente en la justa formación de nuestra sociedad desde la base, desde la gente, con el pueblo y para el pueblo, nunca de espaldas a la realidad de las cosas. La realidad. Esto quiere decir que, a pesar de haber dicho lo anterior, me cuido mucho de llamarme a engaños, o sea, de pensar que una postura política será la solución de todo en la vida de los hombres, ya sea en Colombia o en cualquier parte. No, así no funciona el asunto. Creo, sí, en las ideas de progreso de la sociedad…, nunca en lo retardatario, en la reacción, en lo godo. No más.
He hecho esta larga introducción para matizar un poco mi opinión sobre un tema que sé va a causar ampolla en algunas mentes reblandecidas por la historia del país, por la polarización que caracteriza nuestra vida política, y por el nivel de degradación de nuestra vida en relación. Hablo del reciente intento de voladura, en el norte de Bogotá, de un busto de Laureano Gómez, caudillo conservador, también conocido como "El Monstruo".
(Qué casualidad ver en el noticiero al presidente del Partido conservador, un señor Salazar, encabezando, en el lugar del repudiable (?) atentado, algo así como un plantón, protestando porque la seguridad del país durante el gobierno de Santos, según aquél, ha disminuido, y, al mismo tiempo, ver a continuación en el mismo canal, al hijo del presumiblemente golpista Álvaro Gómez, y nieto de "El Monstruo", abandonar el país dizque por amenazas de muerte. Cosas curiosas, ¿no?)
El partido Conservador. ¿Qué decir de estos amigos? Podríamos empezar, para aquellos que no lo saben, por recordar la gesta de don Miguel Abadía Méndez, el gran cobarde responsable de la masacre bananera del 28, en Ciénaga (denunciada por Gaitán).
Y podríamos seguir con algunos de los episodios con que ellos han adornado la vida nacional, como la negativa de Betancourt a hablar con Reyes Echandía, cuando lo de la toma y retoma del Palacio de Justicia en el 85; o como la entrega de medio país a la insurgencia por parte de Pastrana hijo, todo con miras a granjearse el Nobel de Paz.
Con tales antecedentes se pregunta uno: ¿quién diablos puede ser conservador a estas alturas de la vida? Y es que, ¿acaso se puede ser conservador en un país donde el 90% de la gente es descendiente de los que eran oprimidos por los antepasados directos de los godos durante la colonia?; y, en cuanto a las juventudes conservadoras, o como se llamen, me pregunto, ¿quién, en buena ley, puede ser conservador a los 20 años, por el amor de Dios?
Sólo puedo agregar a lo dicho que, cuando yo veía la noticia del petardo, recordaba con insistencia lo grande que es la sabiduría popular, que instintivamente rechaza lo falso, lo vacuo, lo malo, y así, se aferra a la realidad de las cosas, como decía antes.
Me refiero, claro, a la denominación del Puente Pumarejo, sobre el gran río Magdalena, entrando a Barranquilla, el mismo al que oficial, e irresponsablemente, llamaron Laureano Gómez, muy a pesar de que todo el mundo utiliza desde siempre el primer nombre. Ironías de la vida. Pero la gente no es tonta: la gente sabe quién es quién, la gente sabe quién es Pumarejo, y quién fue Gómez.