Gringo visita a trinchera

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


Por más de dos décadas tuve un cuñado radicado con mi hermana en Bruselas (Bélgica), hace lustro y medio con su hijo Eric se radicaron en Santa Marta y desde hace dos años mi pariente, se encuentra inmóvil en una cama a consecuencia de una fuerte isquemia. Muchos de sus amigos que mantuvieron con él una estrecha amistad, se enteraron del grave quebranto de salud que padece. 

Uno de sus amigos gringos se acercó por estas tierras a congratularlo con una breve visita. Mi hermana Chata se encuentra condenada a casi no salir por la atención que requiere la enfermedad de su esposo, su hijo Eric trabaja en Barranquilla, por lo que me asignaron la responsabilidad de atender al gringo. A pesar de que en el idioma inglés aún me encuentro en ayuno, acepté con heroica resignación el compromiso de atender al  norteamericano, aunque para dirigirme a él, debería hacer uso de los celulares de alta gama.

  Lo conduje a casa de Oliverio Del Villar a quien noté más preocupado que monja  en estado menstrual, “dizque porque un soneto no le cuadraba” además  recibía la  visita de Carlitos Zuñiga, el gringo era tan alto y ellos tan diminutos que al presentárselos para verle la cara tuvieron que asumir la misma posición que para ver un eclipse.

Carlitos y Oliverio hablan el inglés tan prefecto y exquisito, como pudo haberlo hablado Shakespeare. Debido a mi dieta en el idioma inglés  condicioné que se hablara español, los samarios aceptaron mi posición, el gringo aunque hablaba el español como si tuviera una ave de corral en sus cuerdas vocales, musitó: - Mi entiende,-  lo dijo tan bajito que parecía estar confiándome un secreto.

 Carmenza, la señora de Oliverio nos brindó un café dulcificado con la sorprendente  “miel de abeja de avispa”, el estadounidense  se chifló mirando los cuadros del Momo Del Villar y la figura en cerámica del gladiador Espartaco en franca lid con un enorme león, el gringo  osó en que le regalaran un cuadro de Momo, Oliverio emitió un sí, destemplado y cortante como respuesta de acreedor, pero a la vez tan ingenuo como fiel seguidor de Petro. Zuñiga se lució con una mermelada marca English Gold, fabricada por él.

Mientras el gringo saboreaba la mermelada  mostró una sonrisa irónica, sin ocultar un viejo teclado donde se notaba que le faltaban unas teclas, Oliverio preguntó por qué ha demorado en hacerse unos implantes, el americano respondió que en su país ese trabajo costaba una fortuna e hizo mención de una suma exorbitante, a lo que Del Villar respondió “eeeche, con ese dinero en Colombia, se le hace una caja dental a Boca de Ceniza” Carlitos y yo reímos. Luego, Oliverio, expuso su habilidad de enorme poeta mostrando un libro que pronto lanzará, para mí, ya es poeta aunque él, tenga que pellizcarse para creerlo. Rápidamente el vate reveló que nunca ha sido diestro en la declamación, pero, sin embargo, para gozar de una voz florida como lo fue la Nacho Vives, adquirió la rutina de escalar hasta la cima de la Sierra Nevada y a su venida lo hacía berreando y su eco se oía retumbar por toda la Sierra. ¡Oh!. Expresó, el gringo interrumpiendo “usted hacer como Demóstenes, que metía en boca conchitas de mar, para dejar ser gaguera”, a lo que Oliverio respondió: -  con la diferencia que jamás se me ha ocurrido meterme la Sierra Nevada en la boca -.

 El poeta decidió acompañarme al aeropuerto para que el gringo tomara el vuelo que lo llevaría a su tierra, cuando ya se encontraba en emigración se acordó del cuadro del Momo, y osó en gritarle, “Oliverio, el cuarto”, queriendo decir el cuadro, nuevamente vociferó, “Oliverio, el cuarto” a lo que le respondió con la elocuencia con hacía retumbar la Sierra Nevada “honrar a padre y madre”.