Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
La existencia de un conflicto armado en Colombia no es ninguna novedad. Quienes se atreven a negar tal situación de hecho lo hacen, ya porque desconocen la historia del país, ya porque pretenden desconocerla.
Pero recordemos el robo de las elecciones al (deleznable) general Rojas Pinilla, o la eliminación sistemática de miles de miembros de la Unión Patriótica en tiempo récord, y otros tantos eventos que han radicalizado las posiciones de los que creen en la construcción de Colombia desde la izquierda. ¿Han tenido demasiadas opciones? No lo creo.
La semana pasada el bravucón de Twitter, o sea Uribe, criticó el reconocimiento legislativo del conflicto armado. Otra buena de Santos. Solamente tipos como Uribe, igual de sesgados, recalcitrantes, paranoicos y locos pueden insistir en ideas tan absurdas como la negación de una circunstancia que es flagrante desde hace muchos años, como lo dijo el presidente actual, respondiéndole al "mejor Presidente de la historia" después de Bolívar.
Uribe se aferra a su posición fascista, de derecha pura e intransigente, a costa de la manipulación de miles de conciencias que todavía lo siguen -lo que no le importa-, y sin andarse con los miramientos que un buen exjefe de Estado, un estadista, debería tener. Esas cosas no le interesan.
El asunto de fondo es que, por fin, alguien se atrevió. Y lo hizo Santos, quien nos sigue sorprendiendo (Claro que el argumento utilizado por el Gobierno para reconocer el conflicto armado en la ley es el de no permitir que se cuelen más delincuentes comunes en los procesos de justicia y paz, como ha venido sucediendo, evitando hacer un reconocimiento más sincero para con el país: el conflicto armado existe porque hay un conflicto social en Colombia).
Tal vez la noticia ha pasado un poco de agache, en frío, como le gusta al Presidente, y no se la ha valorado en su integridad. Para los que no lo saben, la guerrilla colombiana había luchado durante décadas por la obtención de ese reconocimiento, pues se entiende, en el contexto del derecho internacional público, que el mismo es el paso previo para el otorgamiento de un estatus de beligerancia, lo que le daría a la subversión la posibilidad de dialogar de igual a igual con el Estado colombiano.
A mi modo de ver, este hecho refleja la personalidad confiada de Santos, que seguramente estará viendo cercano el final de la guerrilla, en términos militares, y por eso no se preocupa por beligerancias, ya que cree en la victoria del Ejército antes de que la guerrilla tenga tiempo de lograr más cosas políticamente. Quién sabe.
Lo que sí es seguro es que Santos no le hizo ningún favor al pueblo colombiano mediante esta acción; si bien hay que reconocerle que se atrevió a hacer lo que otros jamás, en realidad no hizo más que actuar conforme a sus deberes constitucionales. Sea como fuere, la aceptación de la presencia de un conflicto armado en Colombia, con suerte, nos puede llevar a acabarlo de verdad. Esperémoslo así.