Síntomas de graves enfermedades

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



En este año que inicia, varios portales periodísticos publicaron una serie de notas que, como en cualquier historia clínica, muestran los síntomas de graves enfermedades que padece nuestra nación. Veamos.

Muchos colombianos consumen rutinariamente -otros, de manera ocasional-especies animales consideradas exóticas: guartinaja y chigüiro; babilla y otros lagartos; iguana y tortugas variadas, además de sus huevos; armadillo, toyo y muchas otras más. La cocina tradicional de regiones apartadas y pobres se ha valido de animales propios de la comarca para subsistir, procurando también delicias incomparables, tanto que restaurantes famosos han llevado a sus cartas esas exquisiteces, sabiendo que se trata de especies en vías de extinción, con demostración de total carencia de sensibilidad ecológica y social. El problema para esos animales, además de la sobreexplotación, es el daño ambiental causado por otras actividades como la minera o la agropecuaria indiscriminada, que también arriesga su conservación por deterioro del hábitat natural. Todos a una, como en Fuenteovejuna.

Por otra parte, el tráfico de especies exóticas, además de la crueldad animal, conlleva otra causa más de pérdida de especies nativas que sufrirán fuera de su entorno y que, en muchas ocasiones, serán abandonadas o morirán en condiciones crueles. Sin justificar tamañas barbaridades, un denominador común es la pobreza de las gentes, el impacto de la guerra en sus regiones, la falta de oportunidades laborales pero, sobre todo, la ausencia de estado. Cuando no tienes a quien recurrir, eres fácil presa para el delito común o la delincuencia organizada.
Las carencias espirituales y morales se relacionan con la violencia política. Es el caso de un fenómeno peligroso y creciente: el neonazismo. No es movimiento político; se trata de la demostración de vacíos en el alma, manifestados en el odio por motivos raciales con las consecuentes xenofobia y violencia. Austria, cuna del tenebroso Adolf Hitler, ve con recelo y temor el resurgimiento arrogante de una corriente “política” que, sin empachos, asesinó judíos, pero también gitanos, discapacitados y todo aquel que fuese considerado indeseable: “razas y seres inferiores”. Las versiones modernas, limitadas todavía en tamaño y fuerza política, por ahora sólo cometen crímenes callejeros, pero siguen siendo el reflejo del miedo que infunden en seres mal llamados humanos quienes, para ellos, pueden desplazarlos. Esto, aunado a la ola de populismo que azota a Europa, traerá como consecuencia el resurgimiento incontrolado de la violencia xenófoba. Es la extrema derecha en acción, el “oro puro”, “la raza superior” y toda esa sarta de peligrosas sandeces que, apoyadas en redes sociales, constituyen la nueva forma de esclavitud mental. Lo estamos viendo en las campañas políticas actuales en Colombia, con la siembra de odio e intolerancia que demuestran los partidos más radicales: una propaganda negra dirigida a otra especie de xenofobia entre colombianos.

Las ventas ambulantes son, para algunas personas, un recurso desesperado antes de caer en el delito. Claro, esa gente no paga impuestos, deben pagarles a las mafias que controlan el espacio público, las ventas pueden servir de medio de lavado de dinero y de campaneo para ciertos delitos, rompen las reglas de higiene, etcétera. La ley hay que cumplirla. De otra parte, el drama social: son madres cabeza de familia sin empleo, desplazados por la violencia, ancianos sin pensión de vejez, rebuscadores, etcétera. La sociedad no puede ser indiferente a ese creciente problema: hay que controlarlo, no sólo como síntoma de pobreza, miseria, falta de educación y de oportunidades, sino como enfermedad. Desde la raíz, con equidad social, educación obligatoria real enseñando destrezas útiles, con adecuada alimentación escolar, generación de trabajo fomentando el pequeño emprendimiento, etc, etc, etc. Mientras tanto, ante el atropello de las autoridades a estos vendedores (muchos son gente honesta, buscando resolver necesidades básicas, claramente incumpliendo la ley) la Corte Constitucional en reciente fallo, intenta un equilibrio jurisprudencial. Claro, para muchos de ellos, resulta más rentable la informalidad y muchos vendedores se negarán a abandonar la calle. Gracias, salario mínimo…

Colombia merece un revulsivo urgente: ciertos gobernantes desatan primero su voracidad antes de pensar en el ciudadano, dejando como secuela una corrupción desaforada, impúdica concentración de riquezas, normas en beneficio de los más favorecidos, barreras de acceso al pequeño empresario, educación deficiente, carencia de oportunidades para el ciudadano de a pie, y violencia cuando se reclaman derechos. Un país así es inviable.