La exitosa Islandia

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Hace casi un año, el primer ministro islandés Sigmundur Gunnlaugsson fue obligado a renunciar por la gente que se agolpó furiosa frente al palacio de gobierno en Reikiavik; los “Panamá Papers” demostraban que poseía con su esposa una sociedad offshore no declarada, la cual representaba un inadmisible conflicto de intereses para el primer ministro, pues estaba seriamente involucrada con inversiones significativas en tres importantes bancos de Islandia que colapsaron durante la crisis financiera. Gunnlaugsson, como primer ministro, participó directamente en las negociaciones del gobierno con los bancos involucrados.
El ratón cuidando al queso, literalmente.

Cuando aparece una crisis financiera estatal que afecta a la banca, los economistas estipulan que el estado financie a las entidades bancarias quebradas con dineros públicos: ferias y fiestas con el billete ajeno. Entran las instituciones financieras supranacionales al rescate -no hay almuerzo gratis-, los gobiernos se pliegan a onerosas condiciones financieras –para el pagaimpuestos, obviamente-, nacionalización de la banca –los banqueros reclaman utilidades, y el ciudadano asume las pérdidas-, recortes presupuestales, despido de empleados, apretón económico, escalada de gravámenes, etc. Recordemos el “impuesto transitorio” del 2x1000, botín inagotable para los salteadores del erario que se convirtió en permanente y ascendió al 4x1000 muy rápido: ahí está y se quedó para siempre. El IVA sube y sube, y nuevos tributos aparecen cada día. Mientras tanto, brota por todas partes un sinfín de nauseabundos escándalos que agregan perlas negras al apestoso collar de la corrupción, de la que ningún gobierno desde hace varias décadas se escapa. A más plata en las arcas estatales, más tumbe. Los presos “fusibles” calman a la galería.

Islandia y Grecia entraron en crisis al mismo tiempo, poniendo en vilo la economía mundial, particularmente la europea. Los helenos siguieron las ortodoxas fórmulas de políticos y banqueros, y siguen en aprietos; los islandeses hicieron algo impensado y extracurricular: apresar a los banqueros y políticos causantes de su colapso, esos maestros de caducas fórmulas académicas que resuelven los problemas con el bolsillo ajeno en beneficio de ellos mismos y sus cómplices. La causa de la crisis en Islandia fue la desregulación y falta de control estatal a la banca, que hizo todas las fechorías posibles, sin importarle las consecuencias de ello. Bueno, siempre es lo mismo...

La fiscalía islandesa tomó cartas en el asunto, y ordenó la captura de todos los responsables, tanto por causar la crisis y beneficiarse de ella, como por carecer de soluciones distintas de las abusivas recetas tradicionales de rescate económico. Eva Joly, investigadora noruega que había conducido el sonado proceso de la petrolera francesa Elf Aquitaine, fue contratada para investigar el caso islandés: los criminales de alto coturno sintieron la dureza de la ley en testa propia.

Desde entonces, la economía islandesa muestra una asombrosa curva ascendente de recuperación económica. El FMI, implacable con países sumisos y de alto riesgo como Colombia, accedió a un standby solicitado por Islandia, permitiendo la estabilización a mediano plazo, la salvación del sistema bancario por parte del nuevo gobierno, y el control de fuga de capitales. Por esto tuvo que salir de sus cargo el primer ministro; no puede haber dinero islandés por fuera del país.

Así las cosas, mientras acá las autoridades de control tienen impedimentos por conflicto de intereses, la gran prensa toma partido en favor de los acusados, y los políticos juegan a dividir el país entre buenos y malos, en Islandia la gente del común, apoyada en las autoridades policiales y judiciales, tomó partido para expulsar del gobierno a los pícaros redomados, sacando adelante su economía y rechazando cualquier acto de corrupción, por pequeño que parezca. La mejor solución posible, realmente.

En la campaña que se avecina, la política tradicional terminará poniendo a uno de los suyos; las elecciones presidenciales cuestan billones, y nadie “invierte” por mero altruismo. El joven Leandro y el cínico Crispín siguen tumbando a los ingenuos posaderos que los acogen amablemente, diría Jacinto de Benavente. Nadie tiene como interponerse a la podrida y voraz política tradicional, a menos que un peligroso populista de cualquier tendencia irrumpa en el escenario. Y eso es peor.

Apostilla: El “Rocky” Valdés, siempre ídolo, demostró su grandeza por ser siempre un jovial generoso que nunca dejó de serlo. Otro bacán que llega al Olimpo de colombianos verdaderamente grandes. ¡Gloria, champion!


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