Civismo y cultura ciudadana

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



En este contexto abordaremos escenarios que nos permitan crear una nueva dinámica de civismo y cultura ciudadana.
Llevaremos a la practica un prudente ejercicio de identificar lo necesario a través de lo posible; priorizaremos aquí estrategias de interés como claves fundamentales que nos lleven a un verdadero cambio y a informaciones cargadas de rigor, llenas de sana intencionalidad. 

En otras palabras aplicaremos experiencias para potenciar competencias y trazar objetivos con varias líneas de acción. Todo este proceso nos servirá para reflexionar y eliminar las voces fatídicas que enturbian la convivencia y lo más importante dejar atrás el miedo paralizante que impide actuar al ciudadano; igualmente los extremos impúdicos de sumisión y autocensura que sesgan el libre desarrollo de la colectividad.

 Son estos anquilosados paradigmas que tenemos que vencer para poder desestimar pruebas irrefutables, mediante una prudente y profesional lealtad entorno a los principios éticos y valores morales que muchos pretenden ignorar.

En ese sentido se puede afirmar que la convivencia armónica gira alrededor del individuo y la sociedad; es decir lo interno y lo externo. En este último evocamos la paz como un sueño de todos, pero que tiene exigencias éticas que no pueden ser soslayadas; por lo tanto se busca un frente amplio como alternativa a la polarización de ideas. 

En cuanto a la parte intrínseca, nos caracteriza una voz contagiosa de alegría, una esperanza real simbolizada por la presencia de anhelados cambios; este es un logro que se materializa en la actuación del individuo; de allí que se afirme que el ser humano es artífice de su propio destino: si actúa bien, camina hacia un plan de desarrollo articulado a la renovación de cosas buenas; si actúa mal, busca con determinación necesaria falencias que lo descontextualizaran de la cohesión social. 

Lo anteriormente reseñado hace imprescindible la implementación de normas de carácter vinculante; por ello bien lo dijo Juan Jacobo Rosseau: “el hombre nace bueno pero la sociedad lo corrompe”; axioma que propicia una abrumadora evidencia; sin embargo otros afirman que nadie corrompe a nadie.

Esto nos pone a pensar en una socorrida figura de la racionalidad que en otro término sería una actitud peregrina, rebuscada y cínica que nos conduce a una práctica del bien y del mal. La cimentación de valores tiene que ver mucho en la adolescencia; donde muchos jóvenes pueden ser manipulados y desestabilizados.

 Hoy por hoy ante tanto antagonismo, tanta violencia, tanta envidia, tanta corrupción, el individuo, la familia y la sociedad deben convenir en una mejor forma, concretando un estilo de vida y convivencia ejemplar y no esperar que los gobernantes den catedra, ya que están más desequilibrados, buscando otros intereses, menos gobernar. Urge con prioridad vencer cualquier clase de adversidad; ilustra lo anterior un pensamiento de Víctor Hugo: “Tras la civilización viene la barbarie”, en otras palabras la sociedad entre más civilizadas es más bárbara.

 Los seres humanos con más conciencia estamos obligados a poner en práctica olimpiadas de movilización social que marquen una nueva ruta, con el propósito de alcanzar un verdadero desarrollo social; mucho más ahora que hondean aires de cambios positivos. Grandioso seria que el individuo ponga siempre en práctica conductas apropiadas de ciudadano ejemplar, pero lamentablemente esto no se da.

La sociedad entonces deberá actuar impulsada por el conocimiento que posee su talento y habilidad, aplicadas de una manera lúdica y diferente, esperamos sea así. Considérese esto como un imperativo categórico, un bien supremo. Lo que se pretende en esta reflexión es formalizar la insatisfacción como una normatividad actual, incluyente aplicable a la realidad.