Futurología, predicciones y adivinanzas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Por estas épocas aparecen aventureros personajes intentando predecir qué ocurrirá para el año que sigue.
El epítome de todos ellos seguirá siendo Nostradamus, cuyos prolíficos cuartetos y centurias son acomodados a conveniencia después de sucedidos los hechos. Así cualquiera, diría El Gran Combo...

Desastres nucleares, accidentes aéreos, terremotos, tormentas políticas, acontecimientos de personajes importantes y un sinfín de temas llenan las páginas de revistas temáticas y páginas especializadas, sin meter todavía el fin del mundo y la tercera guerra mundial, que nunca faltan cada Diciembre. La técnica adivinatoria dispara escopetazos de difusas, gelatinosas y acomodaticias adivinaciones que, “acertadas”, no sobrepasan tampoco las leyes de la probabilidad. Casi siempre, “han previsto” a posteriori. Que lo digan los seguidores de Baba Vanga o de nuestros adivinos criollos.

Caso distinto el de los futurólogos científicos como Julio Verne, quien en su libro “De la Tierra a la Luna” predijo con asombrosa precisión y exactitud el primer viaje a nuestro satélite, además de otros asuntos como el submarino eléctrico, el taser, las teleconferencias, los noticieros televisivos o el internet. Todo basado en la ciencia, nada de adivinación. Alvin Toffler, en “La tercera ola”, describe muchos de los hechos actuales: también le pegó a la creación de internet y la televisión por cable, la ingeniería genética y la clonación, el cambio de la tradicional familia nuclear a formas distintas, la oficina de la empresa moderna y el consumismo vigente. El pensamiento sistemático y científico más la cibernética le permitió vislumbrar el futuro. Isaac Asimov acertó, como muchos futurólogos científicos, en campos de la tecnología y las ciencias espaciales: las comunicaciones audiovisuales y su uso universal, televisores planos, realidad virtual, las casas inteligentes, autos robóticos y otras maravillas modernas. No todos tendrán accesos a ellas, aclara, pero el nivel socioeconómico promedio del mundo será mejor. Arthur Clarke ya había previsto la aparición del moderno computador personal que se comunicaría con los grandes ordenadores. Sin embargo, él mismo dice que muchos sucesos ya están programados con fechas tentativas de aparición pública, y él sólo se limita a transcribirlos.

La serie televisiva de los Simpson, sátira de la sociedad norteamericana, ha mostrado episodios que se darían posteriormente con asombrosa veracidad: el atentado contra las Torres Gemelas, el segundo “maracanazo” (aquel 7-1 de Alemania a Brasil en 2014), Donald Trump presidente de USA, el kindle o las impresoras 3D. Incluso, puede considerarse previsto el accidente aéreo de Chapecoense. Y pueden venir más profecías en cuanto sucedan nuevos hechos descritos en episodios ya emitidos. ¿Cómo lo hicieron? ¿Adivinación, conocimiento previo, audacia especulativa, coincidencia o, en algunos casos, inspiración en la serie? Asombroso, en cualquier caso.

La futurología científica es asunto serio, ajeno a la especulación de las modernas pitonisas, astrólogos, ocultistas y demás pregoneros de seudociencias. Acá, del lado racional, la lógica intuitiva impera; los estudios sociológicos, el desarrollo de nuevas tecnologías, el estudio de la historia y otras ciencias mandan la parada, para entrar luego al campo de las tendencias probabilísticas. El análisis del impacto de esas tendencias se basa en la extrapolación de datos partiendo de la historia, aplicando algoritmos de probabilidad, y esperando la aparición de eventos no previstos en función del tiempo y del impacto que puedan causar. De este lado, no tienen validez alguna las cenizas de un tabaco, el poso del café, las líneas de la mano, la forma de las nubes, los naipes y otra serie de artilugios artificiosos para pronosticar hechos posibles. La futurología no es en sí misma una disciplina científica como tal, pero tampoco se basa en albures.

Cada año, en previsible sucesión, habrá catástrofes naturales, eventos políticos importantes, noticias de la farándula, crisis deportivas, ganadores de loterías, etcétera, y todo ello es fácil de predecir en forma genérica. Si tenemos la audacia suficiente y la debida parafernalia, podremos fungir de adivinadores. Puedo adivinar con escaso margen de error que vendrán clientes como moscas a la miel, dispuestos a escuchar lo que quieren oír; mucho dinero cambiará de bolsillo, naturalmente.