Muerte civil a corruptos

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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



Esto no sucederá en Colombia, es en Perú, en el gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski, que aprobó el 2 de noviembre la ley de muerte civil para los funcionarios públicos que incurran en conductas corruptas, en otras palabras a quienes se roben el tesoro público.
Consideran en ese país a la muerte civil, la pérdida de derechos civiles, la que impedirá a los funcionarios que se encuentren implicados en actos dolosos, pero especialmente los cometidos contra la administración pública. Las pérdidas económicas que produce en esa nación vecina la corrupción superan los 3.570 millones de dólares al año. En Colombia sobrepasa la suma de 20.000 millones de dólares y no sucede nada.

Entre tanto, en China aprueban pena de muerte para políticos corruptos que malversen o reciban sobornos superiores a 463.000 dólares; si el acusado confiesa el delito o devuelve el dinero, la pena capital, se cambiará por cadena perpetua; que es la condena habitual para los casos de corrupción en el país asiático. Según Amnistía internacional, China es el país con más ejecuciones anuales, más de un millar; aunque no hay cifras oficiales exactas, ya que el régimen chino las considera secreto de estado. Esta campaña depuradora del presidente Xi Jinping, contra la corrupción y la malversación viene desde 2013, año cuando llegó al poder.

Surge un interrogante ¿Por qué los congresistas colombianos no legislan al respecto? Aquí de aplicarse sería a los servidores públicos, también a los del sector privado, los testaferros; algo debe suceder en Colombia y muy pronto antes que sea despojada de sus recursos o que surja un súper control ciudadano, porque de lo contrario nos convertiremos en cómplices de tal conducta tan aberrante; nos conformaríamos y viviríamos en un Estado fallido, un Estado sin gobernabilidad.

Deben aparecer y permanecer en el panorama político colombiano, ideologías y movimientos que atinen a la renovación, que combatan y venzan ese mal terrible que es la corrupción y que cambien el rumbo de esta nación.

Contextualizando sobre este funesto problema que adolece el país, un texto sabio, muy sabio por cierto expresa: “que la raíz de todos los males en este mundo es el amor excesivo y descontrolado al dinero”; de ahí que quienes practican esta conducta, se extraviaron del adecuado proceder.

La realidad de cómo viven en la miseria muchos colombianos, no la quieren reconocer ni siquiera sus gobernantes y lo peor es que creen que están gobernando excelentemente; claro está acomodando las estadísticas e inflando un hueco fiscal que quieren tapar con una reforma tributaria próxima a aprobarse a pupitrazo limpio.

Los organismos de control en Colombia sacan pecho, manifiestan que lo están ejerciendo, pero no se ven los resultados, por el contrario aumenta la corrupción y el erario es arrastrado aunándose un franco deterioro. La falta de control y la corrupción se confabulan, van unidas.

La corrupción es el aceite, el dulce que salpica y engrosa las mentes de muchos colombianos. El peor error que cometen muchos al buscar la felicidad, es pensar que la meta es el dinero. Debemos romper ese cascarón que nos tiene atrapados, que no nos permite una buena actuación personal en lo público y en lo privado.