La guerra es mejor que la paz (?)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



La paz en Colombia parece un castigo para muchos. Evidentemente, no me refiero en exclusiva al actual proceso de negociación, del cual no deberían esperarse razonablemente tantas cosas automáticas (sobre todo si nadie en este país parece estar dispuesto a dar mucho, de nada). Hablo de la pacificación de la nación en general. Pues cosa sabida es que a los colombianos poco y nada les gusta eso que llaman convivencia armónica; sin embargo, a veces se me olvida y justamente caigo en el error que hace unas líneas he señalado en otros. En definitiva, es preocupante darse cuenta de que el grueso de la gente colombiana sencillamente no sabe qué es la paz, y que, presumiblemente, por eso mismo, la menosprecia tanto. Preocupa, porque no se ve por dónde va a llegar la felicidad a esta tierra.

Tal vez sea ese pesimismo inhibitorio lo que impulsa a las masas uribistas a negar el voto por el sí a una posibilidad de ir cambiando de piel que, aunque pequeña, es lo que es: una lucecita de esperanza. Ojalá sepan ellos, los del no, que aquí nadie del sí ha esperado que el país cambie de la noche a la mañana. Eso no va a pasar. Lo que sí puede suceder es que empiecen a darse grandes transformaciones, que seguramente habrán de tomar décadas, y cuyo resultado final no será el de convertirnos en una potencia mundial. Al menos yo estoy convencido de que mi vida no me alcanzará para ver eso; pero, ¿qué tal sería tener un hijo al que se le pueda decir, con confianza, que el país en el que nació lo quiere feliz, y que no hay gente que va a intentar lucrarse de cualquier desgracia que le pase? Eso sería suficiente para querer ser colombiano de verdad.

Pero estoy siendo demasiado benévolo. Es mejor que ahora aterrice y recuerde a los que impulsan el no por la paz, y que examine en mi conciencia sus torvos motivos (sin escribirlos, para evitarme tener un “accidente” por ahí, y así, que el lector los pueda imaginar, los piense, y empiece a decidirse). Cómo no fijarse en el intelectual José Obdulio Gaviria, en la serena Paloma Valencia, o en el locutor Holmes Trujillo, o ya en el hombre de carácter Zuluaga, todos llevados de la mano por un expresidente de la República/senador que no puede perdonar que alguien le recordara que estuvo allí, en el poder, apenas transitoriamente, y que, por ello, la Casa de Nari no le pertenecía, ni la vida de nadie, ni nada, más allá de la plata. De 2002 a 2010 nada fue suyo: qué dolor darse cuenta, así, con burla. Por eso la perspectiva de estabilización de un pueblo al que en verdad odia le es tan molesta, tan irritante. Psicoanálisis gratuito aquí, por si la valeriana no le alcanza.
Si yo fuera Juan Manuel Santos no me sentiría demasiado mal si el plebiscito pierde. No me sentiría derrotado: el derrotado sería aquel que fuera circularmente verdugo de sí mismo. En ese caso, las identidades de víctima y victimario estarían confundidas en el espectro popular. Si Colombia no quiere la paz, pues que no la quiera. Por mi parte, solo pediría que no me mezclaran en esa masa informe de miopes: exigiría que me dejaran apartarme de la estulticia colectiva.