La construcción de la opinión

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



En su más reciente artículo, la columnista María Isabel Rueda hace bien su papel de abogado del diablo, y arremete contra parte de la metodología del gobierno para hacer la paz con las Farc. Concretamente, en la columna “El tal ´Día D´” (El Tiempo, 26 de junio de 2016) la periodista se pregunta, válidamente, si era necesaria tanta “parafernalia” para “aplaudir” lo que parece ser la “tercer firma” de la paz con las Farc.


A falta de un mejor argumento para responder a una pregunta que deben de estar haciéndose muchos colombianos –tal vez los más serios de ellos-, debo decir que sí, que así son las cosas por aquí: que ante la desinformación uribista, el pesimismo por tantas experiencias previas frustradas, y el general desconocimiento de lo que pasa en el proceso de paz de Cuba, el presidente hace lo correcto: construye consenso pensando en el plebiscito –y, tal vez como dice María Isabel, para presionar -sin hacerlo- que le aprueben la ley del plebiscito- desde la emoción que suscita la esperanza del fin de la guerra.

¿Es eso malo, es bueno?: ¿está permitido hacer política para hacer aprobar una política?; es decir: ¿no es Santos, así como todo presidente, un político en ejercicio? Ahora recuerdo que hace cinco años al jefe de Estado lo consideraban muchos una especie de tahúr, que con su cara de póker podía sacar adelante sus cosas jugando siempre con estrategia. Pero, en tiempos recientes, no han faltado los que, al contrario, lo consideran un torpe que llegó por casualidad a la presidencia de la República. ¿Al fin qué? Yo creo que a veces exagera, y pierde el sentido de la realidad (como tantos hombres con poder lo han perdido antes), pero asimismo considero que, en términos generales, el presidente logra mantenerse dentro de los límites del respeto a la opinión de la gente, o, en otras palabras, al juicio de la historia. Tanto es esto así que los hechos prueban que no ha firmado la paz a las carreras, que no ha hecho concesiones realmente reprochables al enemigo, y que no ha impuesto los acuerdos a la fuerza, como recitan todos los días los maledicentes.

En realidad, el darles bombo a las acuerdos parciales, el poner fechas fatales, o el invitar a cuanto personaje internacional interesado haya en el proceso de paz colombiano (desocupados, les dice María Isabel Rueda), son los apartes de una estrategia pensada especialmente para el talante del pueblo colombiano, que tiende a estar desinformado, a exaltarse por nada concreto, o a simplemente ser indiferente ante lo público: en otras palabras, a dejarse manipular por personajes perversos cuando hay espacio y oportunidad para ello.

Ese espacio, esa oportunidad, son las dimensiones que el gobierno no quiere dejar vacías y no dar oportunidad a los oportunistas; así, para sacar adelante su política de paz, ¿es, entonces, legítimo en términos éticos que el presidente recurra, hasta cierto punto, a lo mismo que la oposición: emocionar a la gente con la factura de algunos actos políticos que permitan la concreción de otros?

La propia María Isabel da la respuesta en su columna, sentando un concepto que no sé bien si es de su análisis, o si se lo escuchó al interfecto. “El fin, a veces, justifica los medios”, dice, es la teoría de Santos para ir hacia adelante con esto de la paz. Lo creo, y lo aplaudo, porque es verdad: cuando el fin está justificado, porque es evidente que él causará el bien en la vida de los demás, es, a su vez, porque los medios que se usan para alcanzarlo pueden explicarse desde la prueba incontestable del tiempo: ¿cuál es la paz más sostenible: la de la bala, o la del consenso desde las diferencias?