Estrategias de la guerra y el fútbol

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



No hace falta sino ver un partido de la Copa América, de la Eurocopa, o del torneo local, para recordar lo que, por común, ha perdido parte de su significado a partir de su naturaleza de sustituto de la confrontación entre los hombres. El fútbol, como la guerra, es la disputa por zonas estratégicas del espacio de operaciones con el fin de poder lograr penetraciones significativas que impliquen la destrucción del contrario. Es verdad que no hay muertos en el deporte (aunque se trate, el fútbol, de un deporte que, más que ningún otro, recree el drama de la vida y la muerte); no tiene que haberlos, pero la idea es la misma: superar a aquel que se considera mejor, más allá de toda duda. Por ello, para ganar zonas estratégicas, y así poder destruir al otro, se requiere de una preparación simultánea en materia táctica y técnica: es la afortunada conjunción de estas dos variables lo que se considera estrategia.

Es decir, la ocupación de los espacios en virtud de las características técnicas propias de los jugadores con que se cuenta, por un lado; y, la división del trabajo de los jugadores de campo de acuerdo con sus capacidades de trabajo táctico, por el otro. Esto, que parece tan confuso, se aclara en la práctica, cuando en momentos, ya de ataque, ya de defensa, un equipo se despliega en campo contrario, o se repliega en el propio, respectivamente. Así, por ejemplo, la Argentina de 1986 era un equipo de movimientos defensivos compactos, sólido, difícil de penetrar; con dura disciplina en la marca, era un equipo que esperaba que los espacios en terreno contrario se abrieran una vez los jugadores enemigos estuvieran suficientemente desplegados en campo propio, para que, reunidos esos requisitos, Maradona, Valdano y Burruchaga (fundamentalmente ellos) se fueran velozmente lanza en ristre contra defensas partidas. A veces apoyaban los laterales, pero solo a veces; la idea era no perder seguridad atrás, bajo ninguna circunstancia. Ya habría tiempo –y oportunidad- para hacer goles.

Sin embargo, no era estrictamente un equipo de contragolpes; era algo mucho más elaborado que eso, más difícil de conseguir. Pues, aunque así se ganen partidos, no se gana un campeonato mundial con la vulgar estratagema de contragolpear: no es algo sostenible. En cambio, sí se puede aspirar de manera realista a sostener un empate hasta que se pueda atacar, como una serpiente lo haría. Es sabido que ese animal no ataca si no lo han provocado: también podría entenderse que no ataca sino hasta cuando tiene certeza de irrevocable éxito.

La guerra, asimismo, es cosa de ocupar eficientemente espacios (de táctica), de acuerdo con lo que se tiene (la técnica), para poder hacer daño. Existen numerosos ejemplos de esto; pero es la guerra de guerrillas española -la de su guerra de independencia contra Francia- la que nos llegó hasta acá, para, irónicamente, independizarnos de España. Y eso aquí caló, quién sabe si hasta ahora. Tal vez por eso los equipos de fútbol suramericanos, por su imprevisibilidad, siguen siendo difíciles de controlar para los rivales europeos. Sea como fuere, se requerirá de estrategia, tanto en la guerra, como en el fútbol, y también en las demás cosas, siempre que exista más de uno. Intentar ganar es algo que excede la voluntad de no hacer eso mismo. Es natural, tanto como matar para no morir.