Populismo y derecho

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Durante los últimos días hemos vuelto a ver un fenómeno propio de países donde, si bien es razonablemente presumible que el Derecho ha alcanzado cierto grado de desarrollo, no es menos cierto que la justicia, su causa y consecuencia simultánea, no goza del mismo nivel de presencia.
Y, en consecuencia, mal podría decirse que el derecho existente es, en términos sociales, relevante: por eso en realidad no se le trata con cabeza fría, y casi siempre se presume su origen corrupto. Hablo de cosas delicadas, que tal vez harán que más de uno se indisponga con el suscrito columnista. No obstante, en la incesante labor de arqueología de los trozos de lo que pudiere parecer una pequeña verdad, no pueden caber sino las dudas, pues utilizar a estas como método sigue siendo la forma a su vez menos dudosa de llegar a las certidumbres en últimas aceptadas por la generalidad.

El caso, doloroso y repudiable, de la muerte de Rosa Elvira Cely en 2012, en los últimos días tuvo como protagonista al Distrito de Bogotá, puesto que tal, al tratar de defenderse dentro de un proceso administrativo en que ha sido demandado por la presunta falla en el servicio motivada en la aparente negligencia de quienes administran la Línea 123 (atención de emergencias), presentó una tesis jurídica terriblemente polémica en un país en “el que todo es grave, pero nada es importante”. La “culpa exclusiva de la víctima”, concepto original del derecho civil que también tiene aplicabilidad en el derecho administrativo a la hora de invocar un eximente de responsabilidad, fue el detonante.

La mujer que emitió el concepto de la Alcaldía de la capital, una abogada a la que hicieron renunciar, tal vez no pensó en absoluto en la memoria de la víctima, es cierto, lo que demuestra cierta insensibilidad en un país ya insensible; pero tal vez solo hizo su trabajo lo mejor que pudo: no es infrecuente, a la hora de defender a un ente público, invocar el compromiso que todo ciudadano debe tener frente a su autocuidado. En efecto, sería conveniente ejercer algo más de ponderación jurídica ante una situación enredada, y concluir a partir de allí: Rosa Elvira pudo haberse puesto –debido a la impericia, al alcohol, a una naturaleza ingenua- a sí misma, en un peligro que, siendo hasta cierto punto previsible dados los conocidos antecedentes del victimario, de ninguna manera puede justificar su muerte, en la que, además, bien pudieron influir otros factores (como el retardo en el auxilio de la víctima). He escuchado hasta a académicos del derecho, en estos días, diciendo cosas lindas solo para quedar bien con algún sector incendiario de la prensa. Colombia no puede ser solo pasión.

Es, justamente, parte de la labor del agente del derecho encontrar el incómodo –a veces aparentemente contradictorio- punto medio que implica la justicia. Algo similar podría predicarse del testimonio del médico forense, Máximo Duque, en el caso de Natalia Ponce. Siendo él un testigo técnico de la defensa –no un perito en el proceso- se ha permitido esbozar una tesis que debe tener algún sustento científico: un consumidor eterno de drogas no puede pensar igual que alguien que no lo ha sido (y eso, a la luz de nuestra legislación, tampoco lo hace totalmente irresponsable penalmente). La cruel lesión de Natalia, a manos de un imbécil de categoría mayúscula, no nos puede cegar ante la realidad de la fría razón. Comprendo que es muy difícil aceptar, siendo uno la víctima o su familiar, el que haya recursos jurídicos que exculpen al menos parcialmente al que se considera responsable. ¿Qué puedo decir?: es la confianza en el derecho la que nos dará algún día, en todos los ámbitos sociales, una justa tranquilidad.