Cuatro siglos después…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Cien millas al noroeste, en la vía que conduce de Oxford a Birmingham, por el lado izquierdo se llega a una pequeña población de unos 25.000 habitantes, Stratford-upon-Avon, un típico pueblito inglés que vive de su pequeña economía local y el turismo: es la cuna y tumba de William Shakespeare.
A orillas del río Avon, en ese burgo medieval nació y murió el más grande autor dramático de lengua inglesa, “el menos inglés de los poetas de Inglaterra”, según Borges.

Nació William fruto de un matrimonio próspero, que pronto cayó en desgracia: se dice que, posiblemente, la fe católica de su padre derivó en una acusación de comercio ilegal de lana. Todo indica que el literato en ciernes recibió una magnífica educación en gramática y literatura latinas en su ciudad natal. Al parecer, en ese entonces el idioma inglés estaba prohibido en cualquier Grammar School, y las clases se desarrollaban en latín: en esa formación se basan sus seguidores para atribuirle la magnificencia de su obra; los críticos y escépticos dicen que de su educación casi rural no pudo salir tanta grandeza. Desde su temprano y apresurado matrimonio con Anne Hathaway hasta cuando aparece en la escena teatral de Londres, unos años después, poco se sabe de su vida; se cree que ejerció como maestro rural y posteriormente se enroló con una compañía teatral que pasó por Strafford, Lord Chamberlain Men´s. Ya ubicado con su familia en la capital inglesa, muere en la infancia su único hijo varón, Hamnet, lo que posiblemente inspiró “Hamlet”, su obra maestra; de sus dos hijas no hubo descendencia. Empezando, resistió la acre oposición de críticos como Robert Greene; Shakespeare actúa y escribe, triunfa y se hace propietario de la compañía que lo trajo a Londres, que termina acogida por Jacobo I, denominada después “King´s Men”. Fue tan exitoso en la escena londinense que pudo comprar una propiedad en Blackfriars, donde desarrollaría su obra antes de retirarse a Stratford, ya adinerado.

El teatro donde trabajaba está localizado en la ribera sur del Támesis, en el Bankside, sitio que para esa época estaba legalmente por fuera de Londres, y era zona de tabernas, burdeles y delito. Nuestro personaje competía con Philip Henslow, un comerciante y agiotista que en su local presentaba, además de obras de teatro, peleas de perros y osos, entre otros espectáculos. Sin embargo, en “The Theatre” (como era conocido el local donde Shakespeare desarrollaba su arte), dedicado únicamente al teatro, el éxito le acompañaría hasta la aclamación por encima de esos gustos londinenses. Hoy, “The Globe” –como hoy se le conoce- es, para que se mantenga original, la única edificación londinense a la cual se le permite tener techo de paja, prohibido después del gran incendio de Londres en 1666, el cual arrasó con buena parte de la ciudad, incluyendo la Catedral de San Pablo. Bankside no fue afectado, por estar al otro lado del Támesis. La famosa estructura, a escasa distancia del Tate Museum, se mantiene intacta y allí se presentan desde entonces las obras de Shakespeare, con libretos, caracterizaciones y representaciones de su época.

Además de un amplio catálogo de poemas, dejó Shakespeare muchísimas obras teatrales, 36 en total, no todas publicadas, referentes universales del drama escénico: Hamlet, Romeo y Julieta, Macbeth, Otelo, Ricardo III, etc. Suicidio y homicidio aparecen frecuentes en sus personajes: los amantes de Verona se inmolan; Mercurio, Teobaldo y Paris caen asesinados; Otelo ahorca a Desdémona y, luego de herir mortalmente a Yago –quien acababa de mar a su esposa, se clava su espada; Lady Macbeth, Ofelia, Julio Cesar, Cleopatra, Bruto, Casio, Gonerila, en fin...

La obra del dramaturgo, difundida por todo el mundo, demuestra un conocimiento amplio y exquisito de la lengua inglesa, difícil de entender incluso para eruditos angloparlantes; no hay juicio de valor por al autor sobre las conductas de sus personajes, quienes, abstrayéndose de la realidad, se encierran en sí mismos, personificando sus propias virtudes y defectos. Cine, televisión y tablas mantienen viva su producción. Inspiró también las óperas italianas Verdi (Macbeth) y Rossini (Otelo).

Curiosamente, William Shakespeare fallece el mismo día que el referente universal del idioma español, Miguel de Cervantes Saavedra: 23 de abril de 1616; había nacido en esa misma fecha en 1564.