Más producción, mayor consumo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



Causó revuelo y desconcierto en el país lo manifestado por el presidente Santos, al hacer de público conocimiento la postura ideológica referente a ubicar al consumidor de estupefacientes como un enfermo; concepto que conlleva a una reflexión analítica sobre el impacto que internacionalmente se tiene sobre Colombia; sin lugar a equívocos es este un mensaje que genera una atmosfera viciada en un mar de incertidumbre.


Es innegable que a mayor producción de cultivos de coca y marihuana, más elevado será el número de consumidores en Colombia y en el contexto global; fenómeno que ha repercutido a nivel internacional con críticas al país enfocadas a analizar e interpretar el flagelo en referencia. Es un caso vergonzoso que nos deja mal parados; en este proceso aceptamos como válido el hecho mismo que el Estado asuma la responsabilidad del drogadicto en todas sus etapas, en lo psíquico y medico asistencial para que dé resultados; pero bajo mi criterio personal no comparto la idea que el presidente Santos se inmiscuya en el ámbito político – social de otros países que viven un viacrucis similar sin encontrar soluciones. Aquí en Colombia debiésemos ahondar con mayor exactitud en proyectos estructurales, firmes y contundentes que conlleven a desarraigar en forma integral este azote social.


¿Por qué el presidente Santos no asume en su accionar de política social el tratamiento terapéutico para drogadictos? Sería una forma ejemplar para poder ser escuchados en el exterior. Es notorio y evidente que hoy al ingreso de cualquier colegio privado o público exista camuflado un expendedor de drogas, los casos se registran por montón; ello demuestra que las políticas de atención y prevención no están dando resultados; cada día hay más corresponsabilidad entre drogadictos y expendedores. Caso parecido está sucediendo en las cárceles del país que en vez de regenerar al condenado lo que hacen es robustecer su grado de criminalidad, esto para demostrar que las políticas aplicadas no son las adecuadas y suficientes. Volviendo al caso de los colegios frente a los jíbaros merodeando estas instituciones es un caso lamentable, que requiere mayor lupa; hecho que hace 20 años no se veía, por poner un ejemplo a diferencia de instituciones superiores donde la droga a permeado, pero gracias a su condición académica estos ejercen control sobre el efecto dominante de la adicción, con algunas excepciones.


Ante este flagelo se necesitan generar instrumentos que habiliten espacios reales y adecuados para desintoxicar la mente del drogadicto, tratarlos, atenderlos y frenar ese espíritu convulsivo, anárquico e impetuoso que los caracteriza; pero tal vez el proceso requiera de una reingeniería para hacerlo más efectivos. Estos tratamientos suponen acciones sucesivas de sano esparcimiento, debates públicos y pedagógicos de los diversos estamentos, demostrando que la intención tiene viabilidad; lo que hace imprescindible un cambio estructural, interinstitucional que genere confianza y alternativas de solución. Entre mayor producción más consumo. ¿Qué hacer? La respuesta debe estar enfocada en articular esfuerzos que conduzcan a soluciones evidentes.


Es inaudito que la producción de siembra de coca en el país haya aumentado en más de 12 mil hectáreas en el último año; factor que conlleva a pensar que somos desgraciadamente protagonistas de lo malo a nivel mundial; somos un eslabón dentro de la milenaria cadena de la droga y sus tentáculos destructivos. No olvidemos, que en este aspecto la norma mide el cumplimiento del deber social; sin embargo, los resultados no se visualizan y es un acontecimiento que refleja sumatoria de irregularidades; ejemplos que resaltan importancia en este espinoso tema están enmarcados en el proceso de enseñanza y aprendizaje; esto quiere decir que la cultura y la educación otorgan conciencia al individuo y le pueden servir de freno a la sociedad.