¿Guerra o paz?

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Dijo SunTzu, sabiamente: "el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin pelear". El legendario guerrero chino basó su arte militar más en la estrategia que en la capacidad de sus ejércitos.

 

Sus guías fueron fundamentales para el triunfo contundente del general estadounidense Norman Schwarkopf sobre el ejército de Saddam Hussein en la Primera Guerra del Golfo Pérsico; y ha sido pieza clave en la preparación de las huestes castrenses de muchos países, en grandes victorias empresariales, deportivas y políticas.

SunTzu, Karl Von Clausewitz; Nicolás de Maquiavelo, Pericles, Winston Churchill o Robert Greene son lectura obligada para líderes y estrategas.

Cuando una guerra inicia, nadie puede predecir su duración ni consecuencias; lo sabe cada país que las ha sufrido. Incluso, las confrontaciones internas son tanto o más impredecibles que las enfrentan naciones. Siempre, la población civil sufre los devastadores efectos, en términos de muertos, lisiados o desaparecidos; violaciones, robos, desmembramientos familiares, desplazamientos forzados, miseria, desolación y muchas secuelas más. Basta seguir las noticias provenientes de países en guerra: Siria, Irak, Sudán del Sur, Nigeria, Afganistán, Libia, Somalia, etc. (Lo de Palestina es un genocidio, nunca una guerra).

Terminada la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles produjo uno de sus mejores frutos; la Liga de Naciones, creada para mantener la paz en el mundo y prevenir nuevos enfrentamientos bélicos. Woodrow Wilson, en sus Catorce Puntos, postuló una asociación de naciones que garantizara la independencia política y la integridad territorial de todos los estados. La coordinación y la cooperación mundial adquirían importancia.

Sin embargo, llega la Segunda Guerra Mundial, la más sangrienta de la historia, bombas atómicas incluidas: se calcula en cerca de 70 millones los muertos, frente a unos 30 millones en la Primera.

El fracaso de la Liga de las Naciones en detener las conflagraciones llevó a la Conferencia de Yalta, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, a crear la Organización de Naciones Unidas (ONU), buscando así la cooperación internacional en temas como el derecho internacional, paz, seguridad, desarrollo económico y social, derechos humanos y derecho internacional humanitario.

Paralelamente, los juicios de Núremberg y Tokio significaron la adopción de reglas para perseguir a criminales de guerra y los delitos atroces. De allí derivan la Convención contra el Genocidio, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención de Ginebra yla Corte Penal Internacional.

Hoy, la ONU cuenta, entre sus distintos órganos, con la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, la Secretaría General y la Corte Internacional de Justicia.

Cuando existen provocaciones bélicas, siempre hay alguien dispuesto a aceptar el reto. Hoy, cuando Nicolás Maduro suelta cáscaras rastreras buscando quien las pise, en Colombia se alzan voces guerreristas que invitan a la confrontación, con el argumento primario de frenar los atropellos.

En eso último tienen razón, no hay que permitirlo, pero se equivocan de sendas: hay que actuar con firmeza, pero también con prudencia, y agotar primero las instancias civilizadas existentes antes de aceptar el combate militar. Y no es cobardía o debilidad: es sensatez. Quienes han sufrido los horrores de la guerra, saben de su inenarrable crueldad.

Es cierto, hay momento en que es inevitable enfrentar a un enemigo; en ese caso, SunTzu y Von Clausewitz son las brújulas. Y cuando toca, toca. Mientras tanto, en el mundo actual, existe un largo trecho democrático por andar, y muchas instancias a las cuales acudir, antes de llegar al dantesco escenario de la guerra.

Dice SunTzu: "Si tus fuerzas son iguales en número, lucha. Si tus fuerzas son inferiores, mantente continuamente en guardia, siempre al abrigo y evita un enfrentamiento abierto; la prudencia y la firmeza de un pequeño número de personas pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos".

Si en verdad hay equilibrio o ventaja en armamento y capacidad táctica entre Colombia y Venezuela, únicamente lo saben los militares de ambos países, y sólo ellos pueden saber si pueden derrotar al enemigo. Pero eso nunca se dice públicamente, por obvias razones. Todavía más: las guerras del futuro serán muy distintas.

Siempre es mejor un mal arreglo que un buen pleito, afirman los juristas. Mejor aún, un buen arreglo que un mal pelito. La violencia y las guerras, finalmente, son el fracaso de la dialéctica y la civilidad.