Los avales y la pérdida de la legitimidad democrática

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



No puede existir transparencia, legitimidad, honestidad en el proceso político administrativo de Colombia cuando determinados segmentos de la sociedad queda inválida para participar en el auténtico escenario de la libertad democrática. Se han quedado excluidos en su autonomía y decisión para sufragar poblaciones donde aparece solo registrado un candidato a la Alcaldía. Nos preguntamos ¿Qué pasó aquí?, ¿Es esto democracia?
Cualquiera sea la contextualización de este análisis reflexivo y crítico, nos permite afirmar sin sesgo de equivocación que la democracia en este país está muy lejos de ser una realidad y tal parece que las observaciones e irregularidades son cada día más notorias y detestables, puesto que no enmarcan un proceso de verdadera participación de voluntades del constituyente primario. Al ritmo que vamos la democracia en muy poco tiempo quedará siendo simple trizas, solo harapos, pues los mismos partidos políticos por la guerra de los avales se han encargado de estigmatizar y destrozar el valor agregado de la democracia partici-pativa.
En los 32 entes territoriales de Colombia a más de un aspirante candidato con larga y demostrada trayectoria de militancia lo dejaron por fuera, no se les dio el aval aduciendo razones de diversa índole, algunos por persecución dentro de la misma colectividad, otros por estar inmersos en procesos penales; pero aquí se origina un interrogante: si esto sucede con los políticos expertos con larga experiencia, ¿Qué sucederá con los que apenas inician? Bajo estas circunstancias determinados grupos políticos adoptan la estrategia de hacer consultas para escoger candidato. Surgen más preguntas ¿Estarán amañadas estas consultas?, ¿Tendrán confianza, validez y legitimidad? Todos estos interrogantes son de gran interés en el complejo mundo de la política si se tiene en cuenta que la oportunidad del escenario participativo que brinda la democracia colombiana de elegir y ser elegido, cada día está más distante de la verdad real.
Por esta justa razón y para que nos quede bien claro nos trasladamos a la lengua griega, matriz de la palabra democracia que traduce: demos; pueblo kratos: gobierno, es decir, cuyos gobernantes son elegidos por el pueblo. Como se puede apreciar en práctica interpretación de lo que aquí se escribe, la democracia en este país está en vía de extinción; rescatarla es nuestro objetivo y para lograrlo urge una verdadera transformación que incluye construir un nuevo país pluralista, amplio, participativo, sin talanque-ras legales, sin exclusión. ¿Será esto posible?, ¿Qué podemos hacer? La democracia decaerá más cuando no se da una correcta participación de género; ejemplo caso mayúsculo se configura donde la participación de la mujer se restringió en un elevado porcentaje; esta decisión se origina no porque la mujer no quiera participar, sino que las barreras legales patrocinadas y orientadas por los hombres suelen robustecerse cada vez más; motivo por el cual se demuestra que Colombia es un país de políticos machistas. Se ha maltratado a la mujer a concursar al escenario libre de auténtica participación ciudadana.
Desde el punto de vista constitucional, esta protuberante irregularidad registrada en el proceso de inscripciones da cabida a una serie de demandas que pueden dar pie a subsanar y respetar la participación de género.
En las diferentes urbes del país se hizo manifiesta la proliferación de nutridas caravanas de vehículos y caminatas, avivando la inscripción de candidatos, integradas por jóvenes, ancianos, hombres y mujeres, provenientes de sectores de la población que eran movilizados como reses en buses, taxis etc. ¿Cuánto cuesta esto? Todo el dineral que se suma por una simple pretensión, querer demostrar públicamente que se es ganador porque el acompañamiento es masivo; esto es un mayúsculo absurdo; esto no se califica, ya que ni suma ni resta. Esta tradición arraigada, jerarquizada y falsamente conceptualizada debe erradicarse, para que encontremos una verdadera civilidad en materia de política social.