Miguel Ángel Ospino lleva 45 años de su vida aprovechando materiales que otros tiran como basura. Trata de trabajar de manera organizada con pocas herramientas y lucha por borrar los estigmas por su oficio.
Por: Anayancy Vidal H.
Redacción EL INFORMADOR
Aunque nació hace 75 años en Magangué, Bolívar, y se crio en Zaragoza, Antioquia, Miguel Ángel Ospino Rodríguez ha dedicado casi toda su vida a trabajar por Santa Ana, Magdalena.
Hace unas cuatro décadas, cuando empezó a ver que la basura ganaba cada vez más espacio en la ciénaga de Jaraba, decidió ponerse ‘manos a la obra’ para tratar de hacer algo por su recuperación.
Desde entonces, con un costal a cuestas, recorre las calles de la vereda de Jaraba en Santa Ana, recogiendo desechos para que estos no lleguen hasta el cuerpo lagunar, por esto es conocido como el ‘Basurólogo’.
Sus inicios
Cuando Ospino Rodríguez se percató que los pescadores y los niños que jugaban en la ciénaga siempre regresaban cortados por los vidrios que eran desechados en este cuerpo de agua, supo que era el momento de hacer algo. Por esto empezó a recolectar las botellas de vidrio, principalmente de alcohol, un producto muy consumido en la zona. Su espíritu ambientalista también lo llevó a recuperar cartón, papel y plástico.
El ‘basurólogo’ no soporta la indiferencia de los habitantes de Santa Ana, y el departamento del Magdalena en general, ante la situación de deterioro que enfrentan todas las ciénagas, incluyendo la de Jaraba.
“Soy reciclador por convicción y formación, ostento un título de Promotor Ambiental Comunitario, certificado por la Corporación Autónoma Regional del Magdalena, Corpamag”, afirma Ospino Rodríguez.
Este hombre de piel tostada por el sol abrazador, ya con el cabello entre blanco y amarillento, tiene en sus manos las cicatrices que han dejado los cortes que ha sufrido durante 45 años recuperando desechos.
Cada día madruga para salir con su saco, pues no cuenta con más herramientas. Luego sale a recorrer las calles de la vereda y los alrededores de la ciénaga, mientras tanto no solo va recuperando desechos, sino luchando contra los estigmas propios de su oficio.
Fue concejal (2015-2011)
Su carrera como recuperador de desechos, llevó a Ospino Rodríguez al Concejo de Santa Ana por voto de opinión en el periodo 2011-2015.
Durante los cuatro años en los ejerció como cabildante debió suspender el trabajo de recoger los residuos sólidos de las calles y la ciénaga de Jaraba.
Cuando culminó su periodo en la corporación edilicia, emprendió nuevamente su trabajo como recuperador de basura.
El ‘basurólogo’
‘Basurólogo’ fue un título que él mismo se inventó ante la presión de los asistentes a una actividad ambiental a la que había sido invitado, y en la que terceros insistían en preguntarle cuál era su mérito para estar presente en dicho evento.
“El nombre me lo inventé durante una capacitación de política pública. En el salón en el que se estaba haciendo el evento había mucha gente profesional. Cuando me tocó el turno de hablar, el moderador se fijó en mí de manera inquisidora, sentí temor y pensé en irme, pero una voz en mi interior me dijo que me quedara. El moderador llegó hasta donde yo estaba sentado y me dijo: ‘¿Qué pitos tocas aquí? Yo respondí que me habían invitado a participar. Luego preguntó mi nombre y profesión, y le dije: ‘Miguel Ángel Ospino, basurólogo”, recuerda.
Agrega que la decisión de dejar de trabajar como jornalero para dedicarse a la recuperación de desecho no fue nada fácil, pues este último oficio no solo ha hecho que sus amigos y conocidos lo tilden de ‘loco’, sino que su propia familia le dé la espalda.
Son muchos los conflictos familiares que ha tenido que enfrentar el ‘basurólogo’ por su forma de vida, como perder a su esposa, aunque en ocasiones también ha tenido su recompensa,
Diez años después de haber emprendido este oficio, obtuvo una buena suma de dinero producto de la venta de materiales que había recolectado.
“En ese momento recolectaba y no tenía pensamientos de vender, sino que lo hacía por la necesidad de asear el pueblo. Tenía unos 10 años de estar recolectando cuando llegó un joven y me compró una gran cantidad de aluminio. Cuando estábamos empacando yo me imaginaba que me ganaría unos tres mil pesitos, pero después que pesamos todo el muchacho sacó un cuaderno y me dijo: ‘Ospino, aquí usted tiene 14 mil pesos’. En ese momento era un buen dinero, fue cuando mi familia se abalanzó a seguir buscando aluminio, me entendió y bajó la presión que había sobre mí. Eso fue en el año 1975”, cuenta.
Ante la insistencia de seguir dándole manejo a los desechos, el patio de su vivienda se convirtió en un depósito de basura, situación que otra vez puso en problemas al ‘basurólogo’. Su familia finalmente se cansó y le pidió elegir entre la basura y ellos. El hombre, con voz entrecortada, afirma que terminó escogiendo a la basura.
La estigmatización que ha tenido que vivir por lo que hace, asegura que le ha servido de ánimo para seguir realizando su labor, que mucho o poco le ha dado. “Soy feliz haciendo este trabajo, quisiera dedicarme lo último que queda de mi vida a esto, pero ojalá de forma más calmada y con herramientas, porque mis brazos y el saquito no son suficientes”.
Necesita herramientas
Actualmente, Ospino Rodríguez espera recibir alguna ayuda por parte de la Alcaldía de Santa Ana o de la Gobernación del Magdalena, básicamente a través del suministro de herramientas que le faciliten su oficio. “Hay elementos que se me escapan porque no tengo cómo recolectar, como los pañales”, aclara.
Explica que en Santa Ana hicieron un relleno sanitario regional, pero en la actualidad es un basurero abierto que requiere organización.
Es por eso que el ‘basurólogo’ quiere proponerle a Corpamag que le ayuda a ir retirando la basura del patio de su casa, para ubicarse en un sitio donde pueda disponer mejor de los residuos sólidos y que los vehículos de carga tengan mayor acceso.
Mientras tanto, Ospino Rodríguez tiene en la parte trasera de su vivienda toneladas de desechos que pueden ser reutilizables. “Yo vendo lo que recupero, por ejemplo a 300 pesos el kilo el plástico de botellas”.
En una semana puede ganarse de 10 mil a 15 mil pesos, presupuesto que evidentemente no le alcanza para vivir, sin embargo, asegura que él insistirá en su labor y que, pese a que aún parte de la población es indiferente a esta problemática ambiental que poco a poco está deteriorando los ecosistemas a pasos agigantados, seguirá peleando por la causa y hasta sus últimos rastros de energía que le quedan él no dejará de hacer lo que le apasiona.
‘Basurólogo’ fue un título que él mismo se inventó ante la presión de los asistentes a una actividad ambiental a la que había sido invitado.