En el centro histórico lo público se vuelve privado

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



El espacio público en el Centro Histórico a todo lo largo de la Carrera Quinta en esta sin control, ni vigilancia alguna; lo que allí se observa es el reflejo de la decadencia que padece nuestra sociedad, el irrespeto por la autoridad y la inobservancia de las normas legales de convivencia generando un evidente libertinaje, cuando el sector privado informal se apropia del espacio público, aun a sabiendas que está prohibido constitucionalmente adueñarse de los espacios públicos durante el día, amparados de falsas premisas de habilitación y legalidad, porque no existe control permanente de las autoridades responsables de vigilar y proteger los espacios públicos.
La única ley que rige, es la del abuso, el desacato, la iniquidad y las irregulares exigencias de quienes se apropian de los espacios públicos. Otros aprovechando la ilegalidad reinante se la pasan todo el día gritando, vociferando productos que ofrecen almacenes formales para competir ante los informales, utilizando perifoneo de un lado para otro "vale todo a cinco mil, lleve todo a cinco mil, aproveche la promoción, todo a cinco mil", por otro lado " hoy nos encontramos en promoción, a cinco mil, a diez mil, a quince mil pesitos, a veinte mil, en media hora cerramos, se acaba la promoción, aprovéchela", ilegalidad auditiva propiciada pese a que está totalmente prohibido en la ley ambiental auditiva vigente.
Irregulares anomalías que se constituyen en desafortunadas razones para obstruir, afear y alterar la tranquilidad personal y colectiva de quienes transitan diariamente. Así, un sector comercial informal privado, encontró la posibilidad de apropiarse de lo público, con la presunta anuencia de entidades responsables del control, vigilancia y buen uso del espacio público en la ciudad. Extrañas posturas, pues, quienes tienen la obligación de proteger los espacios públicos, siempre miran hacia otro lado, no le interesan. Los andenes públicos son exhibición diaria de mercaderías ilegales privadas, dejando entrever presuntas complicidades con quienes poco les interesa controlar, vigilar y sancionar, a sabiendas que están obligados hacerlo, pero a nadie le importa, como si estas irregulares situaciones fuesen una norma legal. No existen acciones contundentes para despejar, tranquilizar a los residentes y trabajadores formales que habitan y laboran en el Centro Histórico más antiguo del país.
Se está violando e infringiendo en descaro y ante los ojos de las autoridades, samarios y visitantes, la ley que no permite invasiones del espacio público que lo han vuelto privado; igualmente para quienes violan la ley ambiental auditiva, que vulneran las normas de las cuales dispone el gobierno, sobre estas materias y por faltas que perjudican a la ciudad. Es un "ilegal juego de la descomposición urbana al convertir un espacio de uso público, en un espacio de uso privado". Delicadas y preocupantes situaciones al obstruir cotidianamente el espacio público, de todos los samarios , visitantes y turistas, espacios públicos que lo vuelven privado incumpliendo normas de ley urbanísticas y del medio ambiente auditivo, que impone severas sanciones a quienes se apropian de lo público y causan ruidos que afectan el medio ambiente auditivo circundante.
Espacios públicos, ocupado por personas que se apropian, se adueñan durante el día de dichas áreas; anárquicas circunstancias poco relevantes para quienes tienen el deber de proteger los espacios públicos y el medio ambiente auditivo en el Centro Histórico. Complejas calamidades que dejan entrever la presencia de un sistema inusual ilegal en donde predomina lo prohibido y se prevarica, porque se falta gravemente al cumplimiento de los deberes para con la sociedad y para con el Estado, por parte de los funcionarios responsables, al permitir y admitir, que se convierta lo publico en privado. La historia termina por lo general sin sanciones, ni despejes de zonas públicas. Las multas pocas veces se ejecutan porque los infractores obvian, evaden las leyes que pretenden resguardar lo público de lo privado. Distinción que, más allá de los anhelos de una ciudad como Santa Marta, hoy parecen ser, una verdadera ilusión.