Venezuela, la crucifixión de una democracia

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Escrito por:

Eduardo Verano de la Rosa

Eduardo Verano de la Rosa

Columna: Opinión

e-mail: veranodelarosa@hotmail.com



Pilatos, ante la presión del Sanedrín para que se condenara a muerte a Jesús, aprovechó la tradición de perdonar a un criminal durante la Pascua para pedir a la muchedumbre enardecida que lo salvara, pero ellos decidieron liberar a Barrabás, el otro acusado.

Pilatos se 'lavó las manos' ¿Será su conducta una decisión democrática?

A simple vista, él actuó como un demócrata y bajo la premisa de que la mayoría decide (condenar o absolver), se adoptó la determinación del pueblo.

Algunos ven en la decisión de la mayoría, la decisión democrática, sin importar los niveles de justicia y libertad que estas entrañen. Pensadores de la talla de Hans Kelsen ven en la conducta de Pilatos una actitud democrática. Así quedó consignado en su obra "Esencia y valor de la democracia".

La historia reciente enseña que apelar al pueblo transformado en masa no puede ser una decisión democrática. El jurista italiano, Gustavo Zagrebelsky, ex-presidente del Tribunal Constitucional italiano, escribió una bella obra acerca de este caso.

Define que la decisión de Pilatos de someter la suerte de Jesús a una muchedumbre no es nada democrática. Detalles en su obra "La crucifixión y la democracia".

Esta reflexión acerca del proceso de Jesús y la decisión de Pilatos la traigo a cuento porque el peligro permanente de una democracia es reducirla a la voluntad de la mayoría. No todo lo que se somete a consideración es democrático. Hay que tener presente qué asuntos pueden ser sometidos y en qué condiciones.

Esto requiere sabiduría y prudencia porque por la vía de la decisión de la mayoría se puede destruir la democracia.

La democracia no es la decisión de la mayoría, por el contrario, son los regímenes totalitarios los que más apelan a sus determinaciones. El nazismo y el comunismo son expertos en recurrir al pueblo, transformado en muchedumbre, para legitimar sus abusos. La democracia son reglas de juego plurales.

En Venezuela, desde hace rato, la ciudadanía desesperada se transformó en masa y es utilizada por las esferas del poder político. Se creó un sistema político que debilita las instituciones y deprecia la democracia. Nuestro país hermano está en un franco proceso de deterioro, en una lenta y cruel crucifixión.

Allí se rompieron elementos medulares de la democracia: la separación de poderes y el respeto de los derechos humanos, especialmente, el de las minorías que en el libre juego de la democracia, no pueden transformarse en mayoría para acceder al poder presidencial.

En nuestra hermana república se destruyó el sistema de frenos y de contrapesos.
Un parlamento con reglas de juego que no respetan la voz de la minoría es lo establecido. El pluralismo no existe y la minoría es obligada a apelar a las calles para que su voz sea escuchada.

El poder judicial se transformó en un órgano al servicio político. De hecho, el poder judicial encarcela a la oposición.
El intento de un cambio radical en el modelo económico desde las altas esferas del poder destruyó la economía venezolana y arruinó al país.

La destrucción del Estado Bienestar y del nivel de vida de la población no es más que el triste resultado de convertir la democracia en la práctica permanente de transformar a la ciudadanía en masa y, de esa manera, vestir a un régimen autoritario con apariencia de democracia.

Venezuela es un espejo de lo que no debe hacerse. Nuestros hermanos deben recibir nuestro respaldo para recuperar la democracia y garantizar los derechos humanos.



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