Volver a lo básico

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Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



Es bien sabido que en los países latinoamericanos el gobierno tiene grandes retos que superar con el objetivo de generar mejores escenarios para que la población prospere. Diversas autoridades implementan muchas veces planes y programas ambiciosos para "contribuir" a reducir la pobreza en sus múltiples aristas, mejorar las condiciones de salud, educación y empleo, sin ir más allá del discurso demagógico y de la política asistencialista que han demostrado ser ampliamente ineficaces.
Ante la falta de credibilidad y confianza que tiene el gobierno hoy en día es necesario que quienes dirigen el destino de nuestras determinaciones geográficas vuelvan al manual; revisen cuáles son las funciones del Estado y se enfoquen en lo básico, en lo único que son capaces de alcanzar.
De otra forma, seguiremos teniendo gobiernos incongruentes que no encuentran cómo poner en práctica sus propuestas, cómo convertir sus románticos discursos en políticas públicas exitosas, cómo administrar eficien-temente al Estado.
Si nos enfocamos a los gobiernos locales, que son por naturaleza los más cercanos a la población, podremos identificar una serie de incongruencias y discrepancias de las que vale la pena emprender una crítica, que debe leerse siempre como constructiva.
Basta con prestar atención al cuidado que le dan a las calles, a los centros turísticos y sitios históricos, la manera en la que se empiezan nuevas obras sin planear el momento oportuno para hacerlas, sin dar mantenimiento a los lugares más visitados, sin reparar hoyos o bancas en parques públicos.
Es necesario evaluar su eficiencia en la provisión de servicios públicos, en la dotación de agua potable y su calidad, en la recolección de basura, en la limpieza de parques y jardines, en el alumbrado público, etc.
También se puede emprender una medición en términos de la capacidad del gobierno para negociar con grupos de presión. Sin embargo, ¿qué autoridad moral pueden tener aquellos gobiernos que no cumplen con lo básico, que apremian a la improvisación, que no se han ganado la confianza de la población, que en vez de resolver con voluntad política la problemática, por medio de los ciudadanos, se cruzan de brazos para que otros resuelvan ante su incapacidad o su ambición?
¿Qué puede esperarse de aquellos Estados incapaces que no defienden los derechos de los ciudadanos, que permiten que la gente se acostumbre a vivir en situaciones sumamente alejadas del progreso; con bloqueos viales, tomas de aeropuertos, centrales de autobuses, gasolineras, bancos, etc? En este tipo de lugares reina solo la incertidumbre.
Los más afectados siempre en un mal gobierno, deficitario de gobernanza, somos los ciudadanos, quienes vivimos literalmente "entre la espada y la pared", entre un gobierno incapaz y grupos de presión cuyas acciones "detienen" el crecimiento natural del Estado, e incluso heredan el problema a las generaciones futuras.
El papel del Estado es generar las condiciones necesarias para que la población se desarrolle. Esta función le exige que nadie esté por encima de la ley, que haya caminos libres, dignos, transitables, que se brinde una política social imparcial y comprometida, que las políticas públicas se elaboren con base en el interés general y no en el individual.
En reiteradas ocasiones hemos afirmado que el mejor gobierno es del que no se escucha, el que cumpliendo con sus funciones básicas recibe en consecuencia la venia del ciudadano en los periodos electorales, que representan hasta este momento los únicos mecanismos de control que tenemos hacia el sistema político.
Los ciudadanos organizados conformamos una parte vital para dar solución a los problemas que nos aquejan. Si queremos que las cosas cambien verdaderamente tenemos que aceptar que esta magna empresa es una responsabilidad compartida. Tenemos que exponerle tanto a los malos gobiernos como a los grupos de presión nuestra inconformidad. Tenemos que abrir nuevos canales de participación, otorgando ideas, tiempo y esfuerzo en la mejora de nuestros Estados. Ésta no es una tarea a corto plazo, habremos de tener paciencia pues será una empresa que tendrán que consolidar las generaciones venideras, pero a nosotros nos toca sentar sus bases y cimientos.



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