Una sociedad en riesgo, comprometida por los políticos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



"El pueblo debe pensar muy bien qué hacer con sus empleados, los políticos".

En estos tiempos y al comienzo de un nuevo año la sociedad está sufriendo las consecuencias de un deterioro ético, en los distintos escenarios de la vida Nacional, signos de tal extremo que nos demuestran la evidente pérdida de nuestros principales valores, quizás, los más importantes. La realidad es que en Colombia la corrupción no es un tema exclusivo de la clase política únicamente, ya que está instalada en el seno de la misma sociedad: en los funcionarios públicos de planta permanente, en los empresarios, en las fuerzas de seguridad, en los comerciantes, en la gente y en las organizaciones privadas.
Sin embargo, la responsabilidad de los políticos es muchísimo mayor, porque ellos, que de alguna manera son o debieran ser nuestros empleados, en su inmensa mayoría no han estado en las últimas décadas a la altura de su misión. Y porque las labores de varios de ellos, no de todos, han sido por lo visto hasta ahora defender intereses ajenos a los de la gente, y muy distantes al bienestar e interés general.
En todo gobierno hay un número de personas y personajes, con mayor o menor grado de anonimato, que conforman grupos para plantear al interior de los gobiernos reformas o cambios; son evidentes laboratorios de las ideas y proyectos. Son usina o factoría de proyectos en donde se interpreta la realidad de nuestros aconteceres aparentemente como debe ser, y a partir de ella, la generación de conductas a seguir, que luego pudieran encontrar su mano ejecutora en el político de turno.
Todos los integrantes de estos laboratorios de las ideas y proyectos compuesto por intelectuales, profesionales especialistas de distintos ramos y experiencias científicas se comportan y se aceptan como expertos en políticas públicas e interpretación de la realidad, y su percepción se convierte en la verdad verdadera o verdad misma, cuando sus propuestas y convicciones se transforman en libretos de los programas de gobierno que llevan adelante los políticos desde sus cargos de gobernantes.
En última instancia, en el teatro de la vida estatal, los políticos no son autores sino los verdaderos artistas de la democracia que interpretan con gran soltura y eficiencia los textos que les proveen los laboratorios de ideas y proyectos de cada gobierno. El otro ingrediente imprescindible para que su tragicomedia parezca exitosa, es el apoyo mayoritario de la ciudadanía, "opinión pública", cuyo voto se logra manipular fácilmente con el "cuarto poder", o sea buena parte de los medios de comunicación con todos sus modelos, formatos y soportes.
Sin embargo, al final del cuento la realidad no existe. Lo que existe es la percepción de la realidad que tenemos a partir de la implementación de decisiones hechas por quienes hoy siguen siendo nuestros empleados, los políticos; que en vez de hacer lo que necesitamos, ejecutan las propuestas de estos iluminados ideólogos y analistas de gobierno que deciden qué es lo que según ellos necesitamos, con la anuencia y la prédica ad hoc de muchos medios de comunicación masiva.
Si los resultados de este cóctel de ideas fueran positivos, el mundo desde luego sería maravilloso. Pero la verdad, es que los resultados son cada vez peores. La sociedad vive en peligro. La sociedad vive cada vez con mayor inseguridad. La sociedad vive con miedo.
La situación es de tal grado, que me atrevo a pensar, que en el momento que estoy escribiendo este articulo periodístico, a manera de ejemplo, presumo, supongo que alguien también pudiera estar planeando un nuevo secuestro o un atentado, o que está reunido en la clandestinidad para ver cómo asestarle un nuevo golpe a las Fuerzas de Seguridad de la Nación, por quien sabe que razones y actuando como algún fundamentalista de la Guerra Santa quien fragua un plan para vengarse, en el propio suelo del otro fundamentalista; producto seguramente de una injusta guerra preventiva en nombre de la democracia.